Has escuchado la expresión «soltar las amarras», amarras son las sogas amarradas (valga la redundancia) que sostienen embarcaciones pequeñas a los buques, también son las que sujetan los barcos (sin importar el tamaño) al puerto. Por lo tanto se sueltan las amarras cuando el barco va a empezar a navegar.
Me es necesario aclarar además que éste término podemos escucharlo muchas veces en conversaciones en una especie de analogía con liberarse, atreverse, volar, amar sin reservas, etc.
En mi diario vivir he notado que todos tenemos cosas que debemos soltar en nuestra vida que nos han frenado y en muchos casos truncado nuestros planes y sueños. Amores no correspondidos, rompimientos, divorcios, muertes, abusos, falta de perdón, frustraciones, etc. Estamos tan acostumbrados a autocompadecernos o estamos tan cómodos con el peso que cargamos que ya no recordamos cómo se sentía andar liviano.
Debemos voltear la página, continuar, soñar, hacer planes a futuro, disfrutar te las pequeñas y grandes alegrías. Disfrutemos todo lo que de gracia se nos ha concedido. Soltemos las amarras que nos detienen, perdonemos a los demás, perdonémonos nosotros mismo y avancemos.
De modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. (Colosenses 3:13)