Caminar puede ser una experiencia íntima
Mucha gente está caminando más estos días. Es una buena forma de escapar del encierro en casa, debido al Covid-19 y hacer un poco de ejercicio. Se está convirtiendo rápidamente en la oportunidad de conocer a los vecinos.
Solo ha sido en los últimos cien años que caminar no ha sido la forma principal de transporte. Con la producción en masa de automóviles, nos volvimos más dependientes de los vehículos. Los horarios se hicieron más estrictos porque podíamos ir de «aquí» a «allí» más rápido. Se pueden hacer más cosas en un día. Cuanto menos caminamos, más acelerado es el ritmo de vida.
Aparte de los evidentes riesgos para la salud que implica el no caminar (o hacer ejercicio en general), el ritmo acelerado en el que vivimos, presenta nuevos peligros. La ráfaga del viento creado por la vida que se mueve a la velocidad de la autopista puede desensibilizarnos de la suave brisa de la renovación. ¡Esta cosa de volver a caminar es buena para nosotros!
Nuestra relación con Dios a menudo se la considera como un caminar.
A los israelitas después del Éxodo, Dios les dijo: Viviré entre ustedes y no los despreciaré. Caminaré entre ustedes; seré su Dios, y ustedes serán mi pueblo. (Levítico 26: 11-12 NTV)
Los Salmos hablan de caminar a través de la sombra de la muerte (23: 4), caminar con integridad (26:11), caminar en la verdad (86:11) y la bendición de caminar con Dios (119: 1).
En el Nuevo Testamento, caminar con Dios se refiere a nuestra relación reconciliada con Él (Ro. 6: 4), que caminamos por fe y no por vista (2 Cor. 5: 7), que Dios ha preparado caminos para que caminemos. (Efesios 2:10). Debemos caminar en amor (Efesios 5: 2), caminar en la luz de Dios (1 Juan 1: 6), y que algún día todas las naciones caminarán en la luz del Reino de Dios (Apocalipsis 21:24).
Caminar puede ser una experiencia íntima.
Al caminar con otra persona, no se necesita mucho tiempo para que comience una conversación. De alguna manera, caminar juntos crea un vínculo de amistad, proporciona un entorno para escuchar y animarnos, y nos ayuda a compartir la vida juntos. Eso parece también describir la naturaleza de la vida en una comunidad de fe. No es de extrañar que Jesús les enseñó tanto a sus discípulos mientras caminaba con ellos.
Tenemos que caminar más. No me refiero a que tengamos que abandonar nuestros autos definitivamente. Pero quizás una lección que saquemos de esta pandemia es el valor personal, social y espiritual de caminar. Las relaciones que podemos construir, el tiempo para reflexionar y el recordatorio de que no importa a dónde nos lleven nuestros pasos, Dios siempre camina con nosotros.
Así como caminar crea un ambiente para compartir con nuestros amigos, también caminar puede crear ese ambiente para compartir con Dios.
Caminemos más.