Devocional de 10 días para… un papá que deja huellas

 “Padres, no provoquen a sus hijos, sino críenlos en la disciplina e instrucción del Señor.”
 Efesios 6:4

Los padres no son perfectos. Tampoco los hijos. Todos formamos parte de una humanidad que ya nace con un defecto de fábrica. Pero eso no debería alarmarnos: Dios ha provisto todo lo necesario para vivir de forma que le agrade… si lo dejamos ser parte.

Ante su imperfección, todo padre tiene dos caminos: el del orgullo —que se niega a reconocer errores por miedo a perder autoridad— o el de la humildad —que se atreve a pedir perdón—. Lejos de debilitar la imagen de un padre, esta actitud la engrandece.

Papá, tú también fuiste hijo. Y como hijo, no deseabas perfección, sino cercanía. No un padre infalible, sino uno honesto. Hoy, tus hijos desean lo mismo de ti.

La Biblia nos anima a confesar nuestras faltas unos a otros. Y dice que la oración del justo puede mucho.
 El padre que pide perdón no pierde respeto: siembra sanidad.

Triste es el que se arrodilla ante la tumba de un hijo para pedir perdón cuando ya es tarde. Hoy es el día para humillarte, para restaurar.
 Quizá una llamada, una frase sincera, un abrazo, sea el comienzo del milagro.