Devocional de 10 días: El hilo invisible que nos une.
Cada familia tiene un plato favorito. No necesariamente gourmet ni costoso, pero sí con olor a hogar. En mi casa era milanesas con puré. Cuando volvía de la escuela y ya desde la puerta se olía… sabía que ese almuerzo iba a ser increíble.
Cada familia tiene su sabor, sus rutinas, sus pequeños platos especiales. Pero, ¿alguna vez pensaste en la belleza de compartir eso con alguien más? ¿En que otros también puedan recibir ese “olor a casa”?
En Génesis 18 vemos a Abraham y Sara, una familia pequeña. Abraham está sentado en la puerta de su tienda cuando ve acercarse a tres hombres. Sin dudar, los invita. Les ofrece sombra, descanso… y comida casera. ¡Y qué comida! Él mismo corre a preparar pan, carne, leche, todo con generosidad.
Sin saberlo, uno de esos hombres era ¡¡Dios mismo!! Y en medio de esa comida sencilla, llegó una promesa: Sara tendría un hijo.
Nuestro hogar, por más simple que sea, puede convertirse en un altar de bendición. Cada vez que abrimos la puerta para recibir al otro, puede ser el escenario donde Dios haga milagros sin que lo esperemos.
Quizás tu próxima comida compartida sea el inicio de algo eterno.