Al que madruga Dios le ayuda (a no perder el vuelo)
Hay una regla básica en la vida de la aeronáutica. El avión no espera a nadie (excepto al piloto).
Mi papá tiene un estilo de viajar diferente al mío. Mientras a mi me gusta llegar 1 hora o 1.5 hora antes del vuelo, a él le gusta llegar 3 o 4 horas antes. En una ocasión viajamos juntos y obviamente tuve que hacerme a su horario. Llegámos con lo que yo creía era tiempo de sobra y vimos una cola demasiado larga para el vuelo. Resulta que la aerolínea estaba saturada en vuelos, retrasada y en general era un caos. Cuando por fin nos atendieron nos dimos cuenta que las personas un par de turnos detrás no lograron subir al vuelo.
De la misma manera hay personas que conocen a Dios y piensan «sí pero Dios es bueno, no voy a cambiar en este momento porque luego me perdona» o «simplemente me arrepentiré antes de morir». Pero nunca sabemos lo que pueda venir a futuro. Es mejor madrugar para acudir al llamado de Dios, que estar luego arrepentidos eternamente de no haber llegado a tiempo a la terminal con rumbo al cielo.
Es mejor prevenir (en equipaje), que lamentar (la falta de ropa interior)
Mi reino por unos boxers y un cepillo de dientes
En un viaje fuera del país tuve la desventura de que la aerolínea extravíe mi equipaje. Llevaba conmigo sólo la ropa a mis espaldas y mi mochila. La mochila solo contenía mi cámara, computadora, diversos dispositivos electrónicos, pasaporte y Bíblia. Gracias a Dios llegué donde amigos de iglesia y uno de ellos tenía una talla similar a la mía, buen gusto en ropa y un gran corazón. Pocos días después la aerolínea me retornó mis cosas y pude estar tranquilo, pero durante ese tiempo sentí lo que se siente depender de otros para subsistir en lo más básico.
La Palabra nos cuenta que Jesús no tenía ni dónde dormir y que hasta los animales del campo tenían más que El (Mt 8:20). Aunque no sufrí mucho tiempo, tuve de quien depender, y crecí en amor y relación con las personas que me ayudaron. Cuánto más podemos aprender y depender de Dios. Ojalá no necesitemos que la vida nos extravíe todas nuestras posesiones para aprender a poner nuestra confianza en Dios.
Una sonrisa y una buena actitud ayudan, pero todo viene por gracia
-Señor no puedo dejarlo entrar al país.
*sonríe inocentemente*
-Un momento, ya veo cómo puedo ayudarle
Aunque no soy ciudadano, soy residente legal y permanente del hermoso país donde vivo. Aún así dependo de mi visa como documento oficial de mi estadía en tierras ajenas. En cierta ocasión salí del país y no llevé conmigo los documentos necesarios para volver a entrar. Obviamente al regreso tuve inconvenientes con los agentes de migración. Sin embargo al mantener una buena actitud y una sonrisa (pruebas contundentes de alguien que no viola la ley) quien me atendió me ayudó de buena manera y permitió mi entrada. Estuve a expensas de la gracia del agente y me la otorgó inmerecidamente.
No hay señal más clara del amor de otro que cuando recibimos por misericordia lo que no merecemos. Realmente, por mi falta de planificación, no merecía entrar al país, pero por gracia del agente pude entrar. Y mientras que todos merecemos nada menos que muerte eterna por nuestra naturaleza rebelde y pecaminosa(Romanos 3:23, Romanos 6:23) Dios en su infinito amor, compasión y misericordia nos da lo que no merecemos, vida. Y no por algo que yo pueda hacer, simplemente por su gracia (Efesios 2:8-9)
Cuando el destino es lo importante, incluso una piedra puede ser almohada
Como el perdido en el desierto, no sabía si era un espejismo, o realmente habia una fila de sillas vacias para pasar la noche
Si has viajado seguro nos has visto. En las esquinas, en las sillas, recostados contra las máquinas vendedoras, continuamente buscando enchufes eléctricos, con guitarras en mano, con mochilas enormes y durmiendo en cualquier rincón. Somo viajeros, somos mochileros y nos acomodamos donde sea.
He pasado noches largas, días largos, horas interminables esperando el siguiente vuelo. En esos instantes un libro se vuelve un regalo de Dios, un enchufe es maná del cielo, y una dura silla de plástico mejor que una tres plazas en hotel 5 estrellas con memory foam y ropa de cama de seda egipcia.
Cristo confirmó que la vida cristiana no es fácil y que tendremos muchos problemas (Juan 16:33), pero aún así nos confirma que El ya venció y podemos confiar en El. Cuando Jacob estaba viajando, siguiendo la promesa de Dios, pasó momentos donde no tuvo más sino que recostar su cabeza en una piedra y dormir (Genesis 28). Pero como cualquier viajero te puede contar, en medio de la mayor adversidad puede llegar lo mejor del viaje. Si estás siguiendo el camino que Dios te pone por delante, no te asustes por lo difícil que se ponga, todo está bajo Su control y lo más hermoso está por venir.
Todo en la vida se reduce a tu fe
Cuando el avión empieza a bajar, las oraciones empiezan a subir
Hablaba un día con un amigo aficionado a la aeronáutica, quien ha viajado mucho más que yo, y conversabamos del momento en que despega el avión. En ocasiones no hay preocupación, estás distraído, estás dormido, y un par de veces ni he notado cuando de repente ya estoy en el aire. Pero en otros momentos, inexplicablemente, tu corazón se llena de duda y de temor. Piensas «¿y si pasa algo?» pero sabes que probablemente todo estará bien… probablemente. Aunque lo haga mil veces, llegará un momento de duda a mi vida porque «esta puede ser la vez que no funcione».
A la final todo se reduce a fe. La fe que tienes en la aerolínea, en el piloto, en el avión, en la ciencia aeronáutica, en las leyes de la física, en tu mortalidad y en tu vida eterna. Pienso que más gente se acerca a Cristo durante turbulencia en un vuelo, que un domingo en la iglesia. Y aunque hay cosas en la vida que podemos ver y tocar, probar y experimentar, todo depende de si estoy seguro de mis cálculos, de mi percepción, de mi lógica, de mis sentimientos. Prefiero tener fe en un Dios eterno y seguro, que no cambia, que en una vida llena de turbulencia donde un cambio climático derrumba los argumentos del ateo porque «siempre habrá una posibilidad que allí está Dios». Nuevamente Efesios 2 nos enseña que somos salvos por medio de una sola cosa: Fe.