Cada mañana al abrir mis ojos y mirar la hermosa creación de Dios me lleva a sentirme llena de paz, protección y amor. Claro que esto no significa que mi vida entera pinte color de rosa; de hecho es como el resto de vidas con circunstancias difíciles o complicadas, empujada por el mundo que ofrece abundantes razones para que nos afanemos. Pero tú y yo al creer en Cristo somos llamados a vivir y a pensar de una manera diferente del angustiado mundo que nos rodea. ¿Cómo estás viviendo cada día?
Leí en un artículo de Ministerios “En Contacto” que citaban una encuesta realizada en el 2010 por la Asociación Americana de Psicología, en la que se mencionaba que el 40% de las personas dijeron que, en el mes anterior, el estrés las había llevado a comer en exceso o a comer alimentos poco saludables. Casi un tercio de ellas dijeron que habían pasado por alto una comida por causa del estrés, y más del 25% dijeron que no habían podido dormir. Otra encuesta reveló que más del 60% de los trabajadores estadounidenses se preocupan por la posibilidad de perder sus empleos; dentro de este grupo, el 32% dijo que se preocupaban “mucho” por esto. La preocupación no es solo común en nuestra sociedad; también está entretejida en nuestra cultura.
Pero lo que más llamó mi atención de este artículo era lo que otros estudios señalaban. Expertos señalaban que nuestras conductas y nuestros sentimientos son creados por pensamientos, no por factores externos, como las personas, las situaciones y los acontecimientos. El beneficio de esta verdad es que podemos cambiar nuestra manera de pensar y sentirnos mejor, aunque la situación no cambie”. En vez de vivir a merced de fuerzas externas, tenemos una opción. Y la manera más eficaz de modificar nuestras conductas y patrones emocionales habituales es dejar que Dios cambie nuestra forma de pensar, como Pablo lo menciona en la carta a los Romanos.
Si hasta científicamente está comprobado que si cambiamos nuestra forma de pensar podemos dejar de lado la angustia, el dolor y otros, entonces ¿qué esperas para dejar que Dios cambie tu forma de pensar?
“Lo hermoso de la historia de Job es que le recuerda al angustiado creyente que Dios es, al final, compasivo. Y desde la perspectiva de la medicina y de la neurociencia, la compasión puede sanar el cuerpo y también el alma”.
Entonces, reafirmamos que el único que puede transformar lo que hay en nuestra mente y corazón es Cristo. Cambiar la preocupación significa cambiar lo que creemos acerca de Dios y acerca de nosotros mismos.
Permite que Dios te transforme mediante la renovación de tu mente y empieza a vivir con paz, seguridad y amor, en medio de la tormenta.