Vemos la forma en que tú cuidas de tu hijo, la mirada de amor en tus ojos fatigados y el suave toque de tus manos cansadas. Puede que nosotros no te veamos durante horas y horas que dedicas en atender a las necesidades de tu hijo en tu casa, cuando nadie está mirando. Nosotros no vemos que te levantas en medio de la noche, y haces las mismas cosas difíciles día tras día. Nosotros sólo podemos imaginarnos la cantidad de fuerza que tú necesitas
Pero nosotros, te vemos cuando llevas a tu hijo en público. Algunas veces esto es una tarea enorme para ti, llevar a tu dulce hijo a alguna parte, ya sea debido a la cantidad de esfuerzo que necesitas sólo para ir de un lugar a otro, o por la preocupación que debes sentir por el ruido que hará tu hijo en un lugar tranquilo.
Si tú no nos mostraras a tu hijo, nosotros no tendríamos la oportunidad de presenciar ese tipo de amor. Un amor que da cuando no parece posible dar más. Un amor que emana cuando tu niño sonríe, cuando habla, cuando ríe, cuando hace ruido, e incluso cuando se enoja, cuando se ve necesitado, y cuando se agita. Es un amor que nos recuerda que Cristo nos ama cuando sonreímos, hablamos, reímos, hacemos demasiado ruido, e incluso cuando nos enojamos, cuando nos vemos necesitados, y cuando nos agitamos
Y sí, sabemos que tú no eres perfecto, y hay momentos en que tú no amas a la perfección (estamos en el mismo barco) Eso nos inspira también, porque tú sigues adelante, incluso cuando es difícil, incluso cuando tú te sientes como si no estuvieses haciendo un buen trabajo, incluso cuando tú no sabes si lo que estás haciendo realmente está ayudando.
El desaliento también es parte del amor, somos humanos y queremos amar mejor y parece que en ocasiones no podemos hacer las cosas bien, no importa cuánto nos esforcemos. No pienses ni por un minuto que tus sentimientos de fracaso, te hacen menos padre de vez en cuando. Por el contrario, te hacen más que un padre. Te prueban lo difícil que es intentar hacer un buen trabajo. Si no estabas intentándolo, no te sientas como si ya has fallado. Tú ya has tenido éxito en lo que más importa: que has sido fiel a la llamada del amor y de cuidar de tu hijo, un hijo de Dios.
También sabemos que tú no estás haciendo esto por algún tipo de reconocimiento, y que las expresiones de gratitud de un espectador, no están a la altura de las bendiciones que tú recibes simplemente por ser el padre de un hijo extraordinario. Pero cada uno puede utilizar el apoyo algunas veces, y queremos que sepas que el trabajo de tu vida no pasa desapercibido.
Que Dios te conceda fuerza renovada en la medida que tú bebes del río del agua viva.
Tu hijo es hermoso; la forma en que cuidas a tu hijo es hermosa; y es un honor y un privilegio para nosotros ser testigos de ese amor. En tu ejemplo, las palabras de Jesús resuenan:
«Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado» (Juan 15,12)
Tomado y adaptado de: Píldoras de fe/web