El trabajo de un experto artesano es algo digno de admiración. Años de estudio y práctica se reflejan en un conjunto impresionante de habilidades con un valor innegable. Pero esas habilidades no se las adquiere de manera fácil. Primero existió un aprendizaje, seguido de errores, frustraciones y lágrimas. No obstante, esa es la única manera de adquirir una habilidad.

Rara vez pensamos en nosotros mismos como artesanos, pero eso es exactamente lo que somos. Somos aprendices del Maestro Artesano (Efesios 2:10), comprometidos con la habilidad de vivir para Su Reino.

Representar bien a Jesús requiere valentía, integridad y amabilidad en todas nuestras relaciones.

La valentía es la capacidad de enfrentar la oposición, no porque seamos obstinados, sino porque sabemos que «la tierra es del Señor y todo lo que en ella habita» (Salmos. 24: 1). Confiamos en su compromiso y autoridad sobre cada detalle de la vida.

Con la valentía viene la integridad. Debido a que Dios es Creador y todo es suyo (Colosenses 1: 16-17), hacemos lo que es correcto por el bien del Rey. Sabemos que sus caminos no son nuestros caminos (Isaías 40:13), y no todo sucederá como queremos. Nuestra confianza está en Su buen gobierno (Salmo 119: 65-67).

La integridad alimentará la amabilidad. Ser amable no es ser suave; de hecho, generalmente significa que necesitamos practicar una estricta disciplina. La mansedumbre significa que nos acercamos a cada persona, y tomamos cada situación como una oportunidad única de Dios para humillarnos y servirle (Fil. 2: 5-7).

“Procuren llevar una vida ejemplar entre sus vecinos no creyentes. Así, por más que ellos los acusen de actuar mal, verán que ustedes tienen una conducta honorable y le darán honra a Dios cuando él juzgue al mundo” (1 Pedro 2:12 NTV)