Yo también fui migrante
22 de agosto del 2018. Sentado en casa en Buenos Aires, después de llegar de clases pensaba en mis amigos venezolanos que tuvieron que salir de su país. Pensaba en ellos como familias que se despidieron de su tierra, considerando las dificultades que eso trae. En ese momento algo hizo clic en mi mente: yo también soy migrante.
Mis condiciones son diferentes: viajé por estudios, podía elegir donde vivir con el presupuesto que tengo, elegía qué comer, decidía bañarme con agua caliente, llegaba a casa y tenía algo para calentar en el microondas. Debo ser sincero, mis condiciones no eran las mismas de otros. Nunca me había visto como migrante, quizá el viaje por estudios me hacía considerarme de una manera diferente, pero habían puntos en común que encuentro.
Agradezco a Dios porque no he sido discriminado, y también le agradezco a Dios por tener de vez en cuando unos pesos adicionales para comprarles las empanadas o las arepas a los amigos venezolanos que acá también se están buscando la vida, en otras circunstancias.
Los dos estamos lejos, los dos queremos volver a casa, y a los dos la distancia con el hogar de alguna manera nos acerca.