Muchas veces cometemos errores graves de interpretación y actitud en cuatro aspectos fundamentales de la vida. Solemos confundir contentamiento con resignación, amor con pasión sexual, gozo con alegría y fe con creencia.
a) El contentamiento es una actitud saludable que nos lleva a transitar la rutina diaria con un constante espíritu de agradecimiento, satisfacción y celebración: ¡Vivir un día a la vez!, pero dentro de una visión personal proyectada con propósito y dirección, lo cual nos provee seguridad y desafíos que hacen de la vida una aventura grata.
b) El amor es darse, pensar en el otro, comprometerse, morir a los intereses egoístas, mediante una firme y activa voluntad comprometida con mi prójimo. El amor también activa la plenitud de los sentimientos y las emociones.
El amor enciende la pasión, pero la pasión no siempre enciende el amor.
El amor es una decisión que se proyecta desde el espíritu, la mente y el corazón, pero nace en el cielo, en el encuentro con Dios.
c) El gozo es la confianza que da una relación basada en la verdad. Usted puede, por lo tanto, experimentar alegría, tristeza o algún dolor y mantener, al mismo tiempo, el gozo firme.
d) La Fe es despojar al ego de su suficiencia y desvestir a la razón de los sentidos materiales, para encontrar cobijo, un punto de apoyo y comprensión espiritual. Como decía San Agustín: «Creo para comprender y comprendo para creer mejor».
Uno de los famosos Proverbios de Salomón dice: “Educa al sabio, y aumentará su sabiduría; enséñale algo al justo, y aumentará su saber. Todo el que quiera ser sabio que comience por obedecer a Dios; conocer al Dios santo es dar muestras de inteligencia” (Pr. 9.9-10).
Para evitar caer en las redes de la confusión, tomar buenas decisiones y estar más comprometidos ante todo y ante todos, precisamos algo más que una mente inteligente… ¡necesitamos sabiduría! Suena parecido, pero no es igual. El intelecto es el depósito del saber qué, mientras que la sabiduría es el saber cómo (la aplicación del qué). El principio de la sabiduría es el despojo del ego, en una entrega y dependencia de Dios.
MDC/ag