Voy a dar por sentado que esto es algo con lo cual todos luchamos. Tengo la tendencia a suponer que, por lo general, siempre sé cómo resolver los problemas y qué decisiones deben tomarse.  Nuestra naturaleza humana siempre nos sitúa en el centro de nuestras percepciones.  Aprender a ver la vida desde las perspectivas de los demás es una consecuencia de madurez.  Hasta cierto punto, he aprendido a valorar las perspectivas de otras personas, pero todavía lucho por apreciar cómo Dios ve las cosas.

Al estudiar las Escrituras aprendo una verdad asombrosa: ¡No soy el centro! Tampoco lo somos como grupo.  Ese lugar está reservado solo para Dios. Pero, si eso es cierto, ¿por qué vemos tanta injusticia y desigualdad a nuestro alrededor? ¡Ciertamente Dios traerá Su justicia a estas circunstancias! Sin embargo, puede parecer que esto no sucede y nos preguntamos: ¿Por qué no?

Aquí hay una segunda verdad asombrosa: la justicia y la gracia de Dios están inseparablemente entrelazadas entre sí, ¡afortunadamente! Mientras yo quiero que Dios «arregle» (o me permita «arreglar») los problemas que me rodean, Él quiere extendernos Su gracia a través de esos problemas. Piedad, paciencia, fidelidad, todas estas cualidades divinas son bondadosas y justas. A menudo, son experimentadas de una manera más real y cercana dentro del contexto de lo que percibimos como injusto. ¡Para desarrollar carácter es necesario enfrentar desafíos!

“No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en las piernas ágiles del hombre. El SEÑOR favorece a los que le temen, a los que esperan en su misericordia” Salmos 147: 10-11(LBA)

Escrito por: Graham Bulmer es pastor internacional que sirve en Reach Beyond y HCJB Ecuador.  Actualmente trabaja desde su país, Canadá.  Graham fue misionero en Ecuador desde 1999 al 2013.   

 

 

MDC/ag