Nosotros pensamos y sentimos sobre la base de las relaciones. Significa que aun nuestras creencias y convicciones deben llevarnos a sentir pertenencia, es decir, cuando decidimos creer en algo o en alguien buscamos de manera natural a otros individuaos con quienes nos podamos identificar y en ese contexto es más cómodo y propicio generar aun nuestro comportamiento. 

Por ello, por ejemplo, para que una persona pueda creer y defender la institucionalidad de la familia o la iglesia con mayor convicción se necesita que los niveles relacionales en estos respectivos espacios sean saludables.

Incluso el ejercicio del liderazgo está determinado por la calidad relacional.  Una mujer puede entender esta característica o rasgo con mayor claridad, por su propia naturaleza relacional, sin embargo, el hombre no puede estar abstraído de construir relaciones saludables porque allí radica una de las mayores fortalezas para fijar en la mente y corazón propios y de las personas las creencias más profundas de la vida, como el creer en Dios y en lo que ha creado, es decir el matrimonio y la familia.