Hace unos días supimos del fallecimiento de Kobe Bryant, un ícono del deporte en Estados Unidos y el mundo entero. Las redes sociales se inundaron de mensajes recordando los hitos deportivos, sus éxitos, trofeos, campeonatos. A la par, hubo personas que recordaron que este jugador fue acusado por violación hace unos años, y entonces empezó el debate ¿cómo vamos a recordarlo, únicamente por sus victorias o también por sus errores?

Esto me llevó a pensar en el legado que todos dejamos, porque te guste o no todo lo que hacemos, somos y decimos transmite un mensaje. Tus hijos, tus hermanos, amigos y padres te miran, y cada paso que das es parte de tu legado. Dentro de eso, considero tres puntos importantes para que este tema sea un desafío para tí y no una carga:

El legado va más allá de los eventos. Muchos piensan que recordaremos momentos cinematográficos de lágrimas y sonrisas, olvidando que tu manera de ser, de hablar, de trabajar es parte de tu herencia para otros. No tiene que ver con hacer algo que salga en redes o que sea un testimonio convertido en un libro. Tu manera de responder una pregunta, de enojarte, de expresar tus emociones ya es parte de tu legado

Legado es herencia. Tu legado es el aroma con el que se quedan otros. Cada vez que te despides de un lugar, ¿qué queda de ti con aquellos que te acompañaban?

En nuestra vida hay blancos, negros y grises. No eres todo lo bueno que dicen de ti ni todo lo malo que piensas de ti. Muchos recuerdan al rey David como el hombre «conforme al corazón de Dios», pero si les preguntas a los padres de Urías, el hombre a quien el rey asesinó, te dirán que fue un tirano, un abusivo del poder. David no fue tan malo ni tan bueno, fue todo lo que hizo y es parte de la vida aceptar que no todo es tan blanco ni tan negro, también hay gris.