Durante el último año, hemos visto una amplia gama de perspectivas sobre el COVID, desde la paranoia hasta la incredulidad total. Algunas personas viven con miedo, otras desafiando al contagio.

Las redes sociales nos han permitido mirar e interpretar la información sobre la pandemia dando lugar a que mucha gente común se haya convertido en expertos en control de enfermedades infecciosas, lo que supuestamente está bien porque creemos que todos tenemos derecho a leer, debatir y sacar conclusiones.

Lo que está faltando es la estructura para procesar los datos para no caer en conclusiones fácticas.  Esto es cierto tanto para los datos del COVID como para el uso de las Escrituras. Pablo elogió a la iglesia en Berea por analizar cuidadosamente su enseñanza para asegurarse de que fueran precisas. (Hechos 17:11). La Biblia debe ser utilizada con sabiduría y mucha prolijidad. Sugeriría que lo mismo se aplique sobre nuestras observaciones con respecto a los datos del Coronavirus.

A continuación, tres observaciones sobre el proceso interpretativo que se aplica por igual a los datos de las Escrituras como al COVID.

  1. Debemos tener cuidado de no sacar conclusiones basadas en datos sin contexto. Desafortunadamente, tanto los “expertos” sean científicos o pastores usan la complejidad de los datos para su beneficio, para promover una perspectiva particular sin reconocer que puede haber otras alternativas. Esto no sugiere que la mayoría de los científicos o pastores sean manipuladores, pero lamentablemente, algunos lo son.
  2. Debemos estar comprometidos con un proceso de pensamiento crítico. No podemos depender de nuestros gurús favoritos, ya sean científicos o líderes religiosos y aceptar ciegamente todo lo que dicen. El pensamiento crítico no se trata de criticar; se trata de participar en el proceso reflexivo de revisar los datos y estar convencidos de que las conclusiones que se presentan son precisas y verdaderas. Eso significa que hay una base de conocimientos que todos debemos tener. En el ámbito de nuestro caminar con Dios, esto es la alfabetización bíblica básica. No necesitamos ser expertos en historia o idiomas antiguos, ni teólogos sistemáticos. Pero debemos conocer la Palabra de Dios lo suficientemente bien como para que haya un «freno» en nuestro espíritu cuando nos encontremos con algo que no sea consistente con la verdad de Dios. Lo mismo ocurre con la ciencia.
  3. Debemos tener cuidado de no rendir adoración a los datos. Los datos son una representación de un conjunto de conocimientos. Ya sea que el ámbito de estudio sea el mundo que nos rodea (ciencia) o Dios mismo (teología), el gran volumen de material a estudiar hace que sea imposible saber todo, sobre todo. Nuestro conocimiento del mundo natural se perfecciona constantemente. También lo es nuestro entendimiento de Dios. Ni el mundo que Él creó ni Su propio carácter cambian, pero nuestra perspectiva y entendimiento sí.

Me fascina la ciencia. Me encanta ver documentales que me ayuden a comprender la inmensidad, la complejidad y la belleza del orden creado por Dios. Después de todo, toda la creación proclama Su majestad.

Pero tengamos mucho cuidado de no adorar a la creación, sino al Creador, de no adorar al texto, sino al Dios del texto.  Nuestra búsqueda del conocimiento de Dios tiene como meta final la transformación de nuestro ser para alabanza de su gloria. Aprendemos de Dios para reconciliarnos con él, representarlo bien como portadores de su imagen y ser administradores fieles de sus recursos.

Estoy cansado del COVID y de los interminables puntos de vista, información y actualizaciones. Quiero que esta pandemia termine. Pero quizás, si asigno un significado nuevo a estos eventos, me pueda servir para recordar que debo tener cuidado de mi propia búsqueda de conocer a Dios y representarlo fielmente.