1 Samuel 16:7,12
Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.
12 Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es

 

El rey Saúl, habiendo pecado contra el Señor, es desechado del reino de Israel, entonces, Dios envía al profeta Samuel a ungir un nuevo rey. Llega a la casa de Isaí quién tenía ocho hijos, aunque parece que el menor no era tomado muy en cuenta.

Todos los hijos de Isaí desfilaron uno a uno y Samuel creyó en ciertos momentos que ahí estaba el escogido de Dios, pero es cuando el Señor le enseña: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre…”. Dios mira más allá de donde nosotros los humanos nos fijamos. 

Tampoco a este ha elegido el Señor (v.9). Nosotros podemos equivocarnos al escoger a alguien que nos ha parecido muy simpático, bien estudiado, aparentemente culto, etc. Pero aquí Dios nos dice que es Él quien conoce a cada persona.

Queda aún el menor, que apacienta las ovejas (v.11). Qué sorpresa se llevarían Isaí y sus hijos al ver que el pequeño David también era tomado en cuenta como candidato al trono. Lo que para los hombres parece insignificante para Dios puede ser una joya en bruto que Él quiere usar.

Entonces Jehová dijo: Levántate y úngelo, porque éste es. El pequeño David, el niño inexperto según su familia, era el que Dios había escogido para que fuera el próximo rey. Samuel, el profeta y sacerdote no dudó en ungirle con aceite. David fue lleno del Espíritu Santo como escogido de Dios, solo había que esperar el tiempo para que el plan perfecto de Dios se cumpliera.

 

David, actuó conforme a lo que Dios siempre anheló de él. (Hechos 13:22b) He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero. A pesar de ser un guerrero, de haber derramado sangre en las batallas, de haber sido débil en algunos momentos, la Palabra de Dios testifica que fue un varón conforme al corazón del Señor; y Dios sabía que sería obediente y recto en el servicio del reino.

Quién sabe ponerse bajo autoridad, podrá llegar a ser autoridad. Muchos que son disolutos, rebeldes y enemigos de la autoridad jamás llegarán a ser reconocidos como   autoridad. David era obediente. Tenía prudencia, aceptación y fue promocionado. La obediencia es el puente a la bendición.

El éxito de David fue resultado de su consagración a Dios. Tenía celo por las cosas de Dios. Él siempre espero en Dios, trabajando, esforzándose y buscando la dirección divina. David siempre obedeció, respetó y acató las ordenes que recibía. David nos enseña como creyentes en Jesús que debemos ser consagrados, pacientes y obedientes.