“El fruto del Espíritu es… paciencia.” – Gálatas 5:22

Amiga, ¿te acuerdas cuando te convertiste en mamá y ya no tenías tiempo para nada? Yo tuve que aprender a tener paciencia. Paciencia cuando no podías contestar mis mensajes, cuando cancelabas planes o cuando te dormías en mitad de nuestras charlas.

Y hoy soy yo quien te escribe para decirte: ten paciencia con tus hijos.

La paciencia que les das les enseña que los amas. Les muestra que hay una fuerza mayor —que tú y yo sabemos que es Dios— que te ayuda a no gritar “¡basta de decir mamá cada cinco minutos!”, o a no desesperarte cuando un hijo vuelve a mentir.

La paciencia es un reflejo del cielo en la tierra.

Sé paciente como Dios lo es contigo. Él te ve. Él te comprende. Y Él está obrando también en sus corazones mientras tú siembras amor con cada palabra que sale de tu boca.

Mamá, no te apures en ver resultados. La paciencia que das hoy dejará una huella eterna en tus hijos mañana. No lo olvides, la paciencia es un fruto que solo proviene de Dios. Corre, en tu tormenta interna, a tu Padre celestial.