“Y todo lo que hagan, háganlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres.” – Colosenses 3:23
Querida hija en la fe:
Sé que a veces sientes que quedaste al margen. Que ya no estás “sirviendo” porque no puedes estar en cada evento o reunirte como antes. Quizás no vas a las misiones, no te sumas a muchas de las reuniones, no tienes el mismo tiempo.
Pero Dios no te ha apartado. Él te ha confiado una misión, criar discípulos desde casa.
Tu hogar también es un campo misionero. Enseñar a tus hijos a orar, perdonar, obedecer y conocer a Jesús es parte de la obra.
Te he visto caminar con tu bebé por el pasillo de la iglesia, salir del templo porque lloraba, quedarte sin escuchar la prédica. Y he pensado: eso también es entrega.
El Reino se construye en lo invisible. En cada comida que preparas con amor, en cada oración que susurras mientras los acuestas. Eso también es obediencia.
Mamá, no estás en pausa. Estás sembrando donde Dios te plantó. Recuerda que “la mano que mece la cuna, mueve el mundo”.
Hoy tus discípulos no hacen grandes prédicas o lideran un grupo… hoy tus discípulos te dicen: mamá.