Es grato encontrarse con personas que evidentemente son felices o que, por lo menos, eso es lo que muestran en el día a día de su existencia.  Siempre me he preguntado, ¿cuál es el origen de su permanente estado de gozo?  Un equipo de investigadores de la Universidad de Kioto, Japón, ha conseguido mapear el origen de la felicidad en el cerebro a través del uso de resonancias magnéticas.

Su estudio ha revelado que las personas felices tienen mayor cantidad de materia gris en una región cerebral, que se activa al experimentar lo que nos ocurre de forma consciente.  El hallazgo abona el terreno hacia una forma de medición objetiva de la felicidad.

Wataru Sato y su equipo han descubierto una respuesta desde la perspectiva neurológica.  La felicidad tendría su origen, según su estudio, en la Precuña ; una región del lóbulo parietal superior del cerebro que se activa al experimentar lo que nos ocurre de forma consciente.

Las personas sienten las emociones de diferentes maneras; algunas experimentan la felicidad de forma más intensa que otras, cuando se les dice palabras de ánimo. Los psicólogos han descubierto que algunos factores emocionales como este, unidos a la satisfacción general, constituyen la experiencia subjetiva de sentirse “feliz”.

A raíz de este descubrimiento, los científicos norteamericanos señalaron que es posible modificar el estado emocional con un entrenamiento adecuado.  Las personas pueden alejar los pensamientos y sentimientos que les conducen a la angustia, y reemplazarlos por otros que les llevan al bienestar.

Al leer esto, solo viene a mi mente lo que la Biblia enseña, que la felicidad no depende de lo favorable o desfavorable de nuestras circunstancias.  Enseña que, si la felicidad dependiera de esto, sería momentánea y casi inexistente.

La felicidad no depende de algo externo.  No depende de la pobreza, ni de la riqueza.  No depende de nada bueno que haya en nosotros.

La verdadera felicidad brota del cambio que la Palabra de Dios ha producido en el interior de cada quién.  No es preciso mapear la felicidad en lo más recóndito del cerebro humano, porque esta surge de un cambio en lo más profundo del corazón.

 

MDC/ag