Iba un día caminando por una calle de mi barrio a verle al mejor amigo del chico que me gustaba, ellos vivían súper cerca y para no pasar por la casa de él, me desvié por un callejón que no conocía bien, vi a un perrito casi enano que me ladraba como si fuera el dueño de la vía, yo lo ignoré, ¡era tan chiquito!, seguí caminando y de repente salió a mi encuentro un perrote negro y rudo que me intimidó, me hice la loca porque dicen que los perros huelen el miedo, pero no sirvió de nada…sentí unos pasos acelerados detrás de mi y ¡zas! una mordida en la pantorrilla, cuando me di cuenta era el perro pequeño al que menosprecié.
No nos pensemos fuertes en nuestra propia prudencia pues algo que consideramos insignificante puede causarnos una gran herida, tal vez creer que tienes todas las respuestas y ser autosuficiente en la vida, puede ocasionar que no veas que delante de ti hay peligros que puedes evitar si escuchas el consejo de quienes quieren ayudarte.
ESCRITO POR: Carla Sanchez de Rivera