Algún día voy a hacer una lista de todos los versículos de la Escritura que me asustan. Tendemos a gravitar hacia los textos que nos traen consuelo, nos ofrecen paz y nos aseguran del amor de Dios. Sin embargo, Dios también nos ha revelado que debemos amarnos unos a otros y quizás la expresión más grande de eso -y lo más difícil de hacer- es perdonarnos unos a otros cuando hemos sido ofendidos. Es por eso que Mateo 6:15 estaría en esta lista: «Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras transgresiones».
Esto no significa que el perdón que Dios nos ofrece es condicional al perdón que damos a otros. Significa que, si no estamos dispuestos a perdonar a otros, no nos hemos arrepentido verdaderamente de nuestras propias transgresiones contra Dios.
Perdonar es costoso. Le costó a Jesús su vida. Con su muerte en la cruz hizo posible que Dios nos perdone. Y nos costará también a nosotros. Tendremos que aceptar pérdidas, ser humildes y reconocer nuestros propios errores.
Tantos conflictos en nuestra sociedad -en la familia, en el trabajo, en la iglesia- se deben a que hemos decidido nutrir agravios en lugar de humillarnos como Jesús lo hizo. Nos resistimos voluntariamente a otorgar el perdón inmerecido, ¡excepto cuando necesitamos ser perdonados, entonces sí queremos recibirlo!
Es muy cierto que el perdón no solo libera a otros de sus ofensas contra nosotros, sino que nos evita los enredos del resentimiento, el orgullo y la venganza. El poder para perdonar no se encuentra en nosotros mismos, sino en el asombroso perdón que Dios nos ofrece a través de Jesús. Si Dios puede perdonar todos nuestros pecados contra Él, ¿quiénes somos nosotros para no perdonar a otros?
El perdón es siempre inmerecido, nunca ganado, y es la única manera de nutrir relaciones saludables que preservan nuestra unidad en el Espíritu Santo.
Entonces, como escogidos de Dios, santos y amados, revestíos de tierna compasión, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia; Soportándoos unos a otros y perdonándoos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro; Como el Cristo perdonó, así también hacedlo vosotros. (Col 3: 12-13 LBA)
Autor: Pastor Graham Bulmer
MDC/ag