Crecí pensando que el trabajo es un castigo. Este punto de vista con respecto al trabajo es común hoy en día.
Seguro has escuchado la expresión TGIF “Thank God it’s Friday” que traducido es «gracias Dios, es viernes», que hace referencia al alivio y la emoción que muchas personas sienten cuando la semana laboral junto con su rutina al fin termina. Después del fin de semana, seguro has oído comentarios como: «de vuelta a la rutina» o «el fin de semana es tan corto».
Yo me pregunto ¿por qué vemos a nuestro trabajo como una sentencia de prisión, como una carga, algo que estamos obligados a hacer y buscamos un escape rápido? Es una conclusión trágica para la mayoría de nosotros quienes pasamos la mayor parte del tiempo trabajando.
El trabajo no es un castigo. El trabajo dignifica. El trabajo es algo que Dios hace. Dios creó el trabajo para nosotros. El trabajo es parte de lo que implica ser humano.
Ahora quiero aclarar a lo que me refiero cuando digo trabajo. El trabajo claro que incluye las labores que desempeñamos en nuestros empleos y carreras, pero abarca mucho más que eso. Cuando digo «trabajo», me refiero a tus días laborables. Que incluyen el trabajo de casa como lavar los platos, cocinar, llevar a los niños a la escuela o el voluntariado en las iglesias, o la caridad e incluso el ayudar a tu abuela con algunos recados.
Cuando vemos realmente la importancia y la dignidad del trabajar, concluimos que el trabajo no solo son actividades muchas veces repetitivas, sino que es parte de nuestro llamado.