Todos somos parte de una familia, tal vez vives con tu padre, tu madre o con los dos, quizá con tus abuelitos o una tía y siempre por allí habrá un hermano o un primo con quien pasas peleando la mayor parte del tiempo, pero que amas en lo profundo.
Hubieron hace mucho tiempo dos hermanos gemelos, con una sola diferencia, el uno nació peludo, parecía oso; el otro era pelado, no tuvo nunca ni tres pelitos de barba, vivieron su vida peleando, el uno engañó al otro para robarle la herencia de su padre y lo logró, su hermano quería vengarse, hasta matarlo quizás, el tiempo y las circunstancias los separaron, pero llegaría el día en que se volverían a ver ¿Cuántos reclamos, ofensas e ira tendría contenida su hermano para ese día?. Pero lo que ocurrió fue sorprendente, al verlo se colgó de su cuello, lo besó y juntos lloraron, un gran momento de reconciliación, sin reproches, sin reclamos, un perdón genuino.
Yo tengo dos hermanas, la Nebi, cuatro años menor a mí, con la que nos poníamos medias nylon por encima de los zapatos para “patinar” en el parquet de la casa, la que no me hacía caso, con quien me halaba del cabello y también con la que nos preparábamos sánduches de salsa de tomate, nunca olvidaré el día en que me hizo una rayita en mi cuaderno y yo terminé apuñalando el suyo con mi esfero.
Y por otro lado está mi hermana bebé, la Doremita, que vino al mundo cuando yo tenía quince años, a quien hacíamos rodar en la sabana y nos reíamos al verle llorar cuando un globo se desinflaba, nuestra nenita que dibujaba en las paredes de la casa y a quien un día sin querer le lastime la piernita con un vidrio.
Muchísimas veces nos peleamos, gritamos y dijimos cosas sin pensar, pero al final del día nos abrazamos pidiéndonos perdón o haciendo una cartita de reconciliación, hoy ya no las veo a diario, sé que ellas siguen construyendo historias y que se alegran de las mías, nadie lloró tanto de felicidad cuando me casé como ellas, sus ojos parecían papitas cuando les conté que iban a ser tías, sé que son felices al verme feliz.
Le doy gracias a Dios por mi familia, porque sé que fue diseñada para mí, no podría tener una mejor de la que tengo, aunque no somos perfectos pero si dispuestos a perdonar.
ESCRITO POR: Carli Rivera