¿Cuántas veces te acostaste esperando que esa noche terminara todo? Si te pasó, me identifico contigo. Recuerdo aquellas noches cuando no veía ninguna respuesta ni esperanza, pensaba que no había una razón para despertar al día siguiente.

La esperanza está presente, pero a veces las tormentas de la vida nos impiden verla o sentirla. Lo sabe el padre que llega a casa triste porque fue despedido y quiere huir, hasta que ve a sus hijos, ellos son su razón de despertar al día siguiente. Lo sabe la mujer que quiere tirar la toalla pero sigue adelante porque tiene una meta más por alcanzar.

Cada día debemos recordar dónde está nuestra esperanza y encontrar razones para seguir. Ahora me encuentro lejos de mi familia, de mi enamorada, de mis amigos, de la radio, de las conferencias, y cuando pienso que no hay más por hacer donde estoy recuerdo quién me acompaña y le pido que me recuerde las razones para continuar acá.

Todos nos desilusionamos, nos entristecemos, y está bien que eso pase, nos recuerda nuestra humanidad, pero al mismo tiempo podemos hablar con Dios y recordar su fidelidad. Dios es fiel, y eso es evidente cuando nos acompaña, no solo cuando nos da lo que esperamos. Su fidelidad no solo está presente en la provisión, sino en el consuelo, en darnos paz, en fortalecernos, perdonarnos y ayudarnos a perdonar.