Esta frase ha sido dicha en muchas casas y se desata el caos.

Pensamos que nuestro hijo se quiere volver ateo inmediatamente, que nuestra hija quiere abandonar todo, quedar embarazada de adolescente y ser una persona sin valores, sin darnos cuenta que nos está diciendo algo sincero y que nos permite una conversación más profunda.

¿Por qué ya no ir a la iglesia?

Hay muchas razones y por eso es necesario preguntar cual es motivo para decirlo. Puede ser un desamor, puede ser incomodidad con alguien o puede ser algo aún más común: la incoherencia en las actitudes de los padres en la iglesia y en la casa.

En la iglesia muchos padres se comportan como ángeles. Piden a sus hijos que se sienten juntos para que los vean “como familia”. Llega un momento en el que eso se empieza a cuestionar porque es incoherente, es una mentira de la que no quieren ser parte.

Es difícil reconocer cuando no hay coherencia entre nuestras acciones y lo que predicamos. No hay que confundir incoherencia con imperfección, puedes ser imperfecto sin ser incoherente, reconociendo cuando te equivocas, pidiendo perdón, buscando consejo e ideas en familia.

¿Qué podemos hacer?

Conversar. Preguntar que cambios se pueden realizar para que mejore la relación de los hijos con los padres y con la iglesia. Podría involucrar cambios en los horarios destinados al servicio. A veces es necesario renunciar a un par de actividades en la iglesia para pasar más tiempo con la familia, y eso está bien.

Hablemos de nuestra expectativa. Quizá tu razón para ir juntos a la iglesia no es parecer familia sino que disfrutas cantar junto a tus hijos o a tu esposo. Cuéntales, que sepan también lo que sientes.