Hay momentos en la vida que son especiales por sí solos. Compartirlos con las personas que queremos los convierten en mágicos e inolvidables.
Por ejemplo: el nacimiento de un hijo, es único y mágico. Y no lo podemos callar, lo gritamos a todos nuestros conocidos.
El día que decimos sí en el altar es otro evento que marca nuestra existencia, y este lo hacemos frente a cientos de testigos.
O eventos tan sencillos como el amanecer de cada día pueden convertirse en momentos íntimos con el Creador.
Y son estos momentos especiales, gratos, únicos e íntimos en la vida que nos llevan a ser agradecidos.
Debo confesar que mi corazón alberga agradecimiento que desborda. El vivir un año más la gran fidelidad de Dios manifestada en Misión Compartida me llena de gozo y me inspira para entregar todo lo que soy, siento y pienso para su gloria.
La pasión por ver reflejado a Cristo en miles de vidas más nos une a todos quienes somos la gran familia de HCJB, que a la vez llevamos el ADN de ser hijos de Dios. Esa pasión nos activa y nos invita a actuar a través de la oración, los dones, y el apoyo económico que nace del corazón desprendido y generoso.
Ser testigo de cientos de corazones reunidos por amor… nos lleva a guardar estos momentos como verdaderos tesoros, mágicos e inolvidables, que solamente engrandecen nuestra fe y confianza en Dios.