Toda persona pasa una gran parte del día envuelto en una rutina, ya sea en la casa, el trabajo, el colegio. Las rutinas ayudan en la vida de las personas de varias maneras. Por ejemplo, reducen el estrés, dan seguridad, nos hacen sentir que tenemos las cosas bajo control ya que sabemos cómo va a ser nuestro día: levantarse, bañarse, preparar el desayuno, llevar a los niños a la escuela, ir al trabajo, volver, preparar la comida, levantar la mesa, poner los niños a la cama, ir a dormir. Y luego, hacer todo eso de nuevo, al siguiente día.

Pero no es lo mismo rutina en las cosas que hacemos, los horarios o hábitos; que en las relaciones.

Las rutinas en una relación de pareja pueden ser perjudiciales, hacen que empiece a darse el desánimo, el desinterés. Las conversaciones pueden ir desapareciendo y el aburrimiento se adueña de la relación. Y el matrimonio no es una relación de “aguante”.

Ni modo ya me tocó él, o ya me tocó ella, y tengo que aguantarme. Porque esto ya es una predisposición a la rutina, aburrimiento, tedio y pierde todo propósito de Dios.

Tengan todos en alta estima el matrimonio y la fidelidad conyugal, porque Dios juzgará a los adúlteros y a todos los que cometen inmoralidades sexuales.
El amor entre los cónyuges crece con la práctica cotidiana de las virtudes, pero las virtudes también pueden crecer sobre las dificultades de la vida matrimonial.
Muchas veces nos pasa que deseamos algo con tanta intensidad que cuando finalmente lo obtenemos termina perdiendo el valor que tenía en nuestra vidas. (Hebreos 13:4)

Lo mismo puede pasarnos con el matrimonio. Deseamos con tantas ansias que llegue el gran día de nuestra boda, que una vez que sucede descuidamos nuestro matrimonio pensando que ya “está segura o seguro”. Que ya firmó o ya dijo “si acepto”.
Este error es más común de lo que podemos creer. Tanto mujeres como hombres descuidan la atención a su relación y el constante enamoramiento que había cuando eran novios,

Por ello es sumamente importante que desde antes de casarnos tengamos en claro que el proceso de enamoramiento y conocimiento de nuestra pareja no termina en la boda. Por el contrario entra en una nueva etapa, en la cual tenemos que seguir enamorándolo(a) porque esa será la clave de un matrimonio para siempre.
El amor es entrega y para una entrega total se requiere de confianza. Una meta en cada matrimonio que empieza, debería ser: construir una mutua confianza y ser capaces de amarnos con tal compromiso, que podamos ser sinceros y aprender con humildad, acceder y ponernos de acuerdo con algunos consejos prácticos o tips que queremos compartir:

  1. Hagamos un pacto de respetar las emociones, sentimientos y costumbres del otro.
  2. Escojamos construir una nueva cultura como matrimonio, buscando siempre el consejo bíblico y lo que sea mejor para crecer.
  3. Procura no dar órdenes sólo sugerencias y llegar a acuerdos.
  4. No te impongas, miren sus opciones y escojan lo que más enriquezca el matrimonio o la familia.
  5. Si algún tema o costumbre es importante para tu pareja, aprende que sea importante también para ti.
  6. A la única persona que debes aprender a controlar es a ti mismo.
  7. Ejercita el dominio propio.
  8. Comparte tus sueños.
  9. No dejes de sorprenderle.
  10. Prepara algo especial.
  11. Busca salir de casa con tu pareja.
  12. Realicen alguna actividad como pareja.
  13. Busquen amigos comunes.
  14. Presten servicio juntos.
  15. Celebren sus logros y acompañarse en las adversidades.
  16. Encuentra maneras de compartir los momentos juntos.
  17. Recuerda también que van a vivir juntos para siempre (hasta que la muerte los separe) y se puede dejar alguna tarea para mañana. El mundo no se acabará si no se terminan todos los quehaceres hoy.
  18. ¡TEN UNA CITA CON TU PAREJA UNA VEZ POR SEMANA! Queda con tu cónyuge todos los viernes o sábados. Esto les dará tiempo, sin los niños de por medio, de tener una cierta calidad de tiempo juntos. Si es preciso, dejen a los niños y salgan a divertirse juntos, sin preocupaciones u obligaciones. Tengan al menos una noche romántica de vez en cuando.
  19. Orar juntos y que los dos mutuamente se compartan o que Dios les ha estado hablando.
  20. Establecer y practicar una Cultura de Bendición en el matrimonio y en la familia.

Grábame como un sello sobre tu corazón; llévame como una marca sobre tu brazo. Fuerte es el amor, como la muerte, y tenaz la pasión, como el sepulcro. Como llama divina es el fuego ardiente del amor? (Cantares 8:6).