Mateo 6:19-21 «No guarden tesoros para ustedes aquí en la tierra, donde la polilla y el óxido los dañarán, y donde los ladrones entran a robárselos. Más bien, guarden tesoros para ustedes en el cielo donde ni la polilla ni el óxido los dañarán y donde los ladrones no pueden entrar a robárselos. Pues donde esté tu tesoro, allí estará tu corazón.»

Thomas Hobbes, filósofo inglés cuya obra Leviatán influyó de manera importante en el desarrollo de la filosofía política occidental, concibió al ser humano como egoísta, mezquino y malvado por naturaleza; y esta expresión es muy utilizada por ciertas personas, con el objeto de excusar aquellos comportamientos orientados solamente a actos enfocados en el beneficio propio.

Por otro lado, la sociedad actual se empeña en orientarnos a satisfacer nuestras propias necesidades primero… y después también. Muchos hemos caído en esta trampa, ya que creemos ciegamente que lo único importante es de qué manera me beneficia esto, qué gano con eso, qué recibiré a cambio o cuánto voy a ganar si hago tal o cual cosa.

Pero el ser humano no fue creado para ser egoísta, todo lo contrario.  El ser humano fue creado para amar, para compartir, para dar buenas nuevas, para vivir en sociedad. Esto lo podemos ver y experimentar claramente dentro de la familia; donde sus miembros se preocupan unos por otros, comparten tiempo, recursos, fe, sentimientos, alimentos y tantas cosas más. Esa misma convivencia estamos llamados a replicar con todas las personas que nos rodean.  De hecho nuestra esencia nos llama a vivir cotidianamente compartiendo.

No importa lo que señale un filósofo o las tendencias del statu quo; nosotros podemos elegir reflejar la esencia del amor que reside en nuestro interior a través del compartir. Y esta acción de compartir lo que somos, lo que tenemos, lo que se nos ha otorgado, nos llenará de satisfacción, de gozo y de armonía.

La esencia de la existencia del ser humano desde que nace… es compartir. El disfrutar con otros lo que se nos ha dado, nos engrandece como personas y nos acerca más al corazón de nuestro Creador; el cual lo creó todo para compartirlo con nosotros, y para que nosotros sepamos compartirlo con nuestro prójimo.