Hace unas semanas estaba leyendo el libro de Jueces y me topé con la historia de Jedeón, creo que muchos la conocemos. Pero para los que no, trata de cómo un hombre lleno de miedo con la ayuda de Dios pudo dirigir a su pueblo Isarel hacia la victoria frente a sus opresores, los madianitas. Debo admitir que una de mis partes favoritas de la historia es cuando Dios le dice a Jedeón «ve con esta tu fuerza», para que aquel simple hombre se sintiera respaldado.
Esta vez, mientras leía llamó mi antención un fragmento distindo, donde Jedeón junto a un ejercito conformado por 32.000 hombres salieron para enfrentarse al pueblo de Madián y Dios le dice que son muchos y que de ese modo no le iban a dar la gloria a Él porque Israel podría envanecerse diciendo que fue por su fuerza, así que Jedeón se dirije a su ejército diciendo: todo aquel que tenga miedo puede volver a su hogar. Un total de 22.000 hombres regresaron a su pueblo, quedando 10.000 siendo este número aún mucho para Dios hay una selección más con la cual el grupo finalmente se reduce a 300 hombres. Estos 300 fueron los que se enfrentaron a los madianitas y dirigidos por Dios y Jedeón obtuvieron la victoria.
Esta parte de la historia me llevó a reflexionar mucho a cerca de como el corazón humano tiende con facilidad a llenarse de orgullo y cómo Dios lo conoce. Un ejército de 32.000 tuvo que reducir a 300 un número que ni al 10% del inicial llega pero, Dios fue glorificado y nadie podía dudar de que era Él quien estaba detrás de la victoria.
Hoy en día esta situación sigue ocurriendo pues el corazón del hombre es el mismo. Si las cosas nos salen bien todo el tiempo dejamos de reconocer que es gracias a Dios, empezamos a llevarnos todo el crédito que no nos pertenece porque todo lo que tenemos incluído habilidades y talentos existen gracias a Dios.
Si te ha pasado que el orgullo y amor propio desproporcionado te han envanecido en lugar de darle gracias a Dios, aquí unos puntos que te pueden ayudar.
1) Reconocer cada día que Dios es santo y misericordioso, esto nos lleva a tener una actitud de humildad para ver aun las pequeñas cosas que Dios nos ha concedido y ser agradecidos por ello.
2) Tener personas piadosas llenas de amor y temor a Dios alrededor nuestro, quienes nos ayuden a ver cuando nuestro corazón se está enorgulleciendo y nos recuerden por quién es que estamos donde estamos.
3) Agradecer a diario por todo lo que Dios nos ha dado en ese día, sea bueno o malo y por el sacrificio de Cristo en la cruz por nosotros.
Para finalizar no olvidemos que en nuestras fuerzas no podemos cambiarnos a nosotros mismos pero con Dios de nuestro lado todo es posible.