En medio de épocas de sequedad y dificultad, como los hermanos de José, también nosotros hemos conocido el hambre, no solo física sino del alma. Max Lucado nos recuerda que, aunque las circunstancias sigan siendo hostiles y los campos clamen, “los hermanos de José, finalmente, estaban a salvo”, porque su hermano era quien gobernaba. De la misma manera, en nuestras pruebas e insuficiencias, podemos hallar refugio y seguridad en Jesús, nuestro Hermano Mayor, quien intercede por nosotros ante el Rey de reyes y nos da la esperanza de salir adelante.
En el capítulo 12 de Saldrás de Esta, Max nos invita a reflexionar en esta verdad asombrosa:
- “¿Habías considerado que Jesús es tu hermano?”. Él es nuestro Hermano, y no se avergüenza de llamarnos así: “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos” (Hebreos 2:11).
El relato de José es solo una sombra de la gran historia: la de Jesús. José intercedió por sus hermanos ante el faraón, pero Jesús intercede por nosotros ante el Padre: “Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1). José proveyó carruajes y ropa a sus hermanos; Jesús promete suplir todo lo que nos falte conforme a sus riquezas (Filipenses 4:19). El reinado de José terminó, pero el de Cristo nunca acabará, porque “el cielo nunca verá un trono vacío”. Él reina, cuida y transforma incluso nuestras calamidades en oportunidades para su propósito eterno.
El sueño de Dios es que todos formemos parte de una familia eterna, habitando en el cielo junto a nuestro Hermano Mayor. En el tiempo perfecto de Dios, cada uno será llevado al hogar celestial.
Mientras tanto, la invitación es clara: “mantente cerca de tu Hermano”, confiando en su provisión y cuidado. Y si aún no lo conoces como tal, abre hoy tu corazón y pídele que sea tu Salvador y tu Hermano.
Ocurren cosas maravillosas cuando descubres que no caminas solo, porque el Hijo de Dios es tu Hermano y tu ayuda.
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