Un colibrí al que se le cayeron los colores de las alas
No sé cómo empezó… Era el secreto mejor guardado. El silencio. Sus pasos. El crujir de las tablas como anuncio fatal que él se acercaba. En un lugar vacío, este, mi pequeño corazón latiendo como un colibrí asustado. Cuando él me tocaba, cuando mi padrastro abusaba de mí, me decía que si yo avisaba a alguien, que si yo decía que él me tocaba así, él nos iba a echar de su casa… que nos iba a dejar. Y que si mis hermanos sufrían, iba a ser por culpa mía. Ya teníamos demasiados problemas y por eso callé.
En mi confusión, intenté decirle a mi mamá lo que estaba pasando, pero ella me gritó y me dijo que NO invente, que yo era una mentirosa… En el fondo ella también tenía miedo y no hizo nada. ¿Y si me marchaba? … ¿si escapaba? Entonces, mis hermanas, las más pequeñas serían las siguientes en ser asfixiadas por ese aliento de moscas muertas que su boca dejaba en mi cuerpo. Me sentía atrapada. Un colibrí al que se le cayeron los colores de las alas.
Soy una sobreviviente. A los 16 abandoné la casa y busqué protección en los brazos de varias parejas. Todos se marcharon. He trabajado como un animal desamparado para lograr un techo sobre mi cabeza. Hasta que un día. Como una mujer triste. Mi alma desnuda y con frío al filo de un camino sin rumbo, llegó a mi vida alguien especial. Salió a mi encuentro y me invitó a una cena con Él. El Nazareno de la cruz, me halló. Dios y solo él, puede saber en Su cuerpo molido, cómo se siente ser herido. Pero, no puedo negarlo. Las cicatrices quedan y es una batalla armarse con un escudo, llevar esos recuerdos hacia Su cruz: vez tras vez. Levantarme cada día y dejar que el bálsamo de su presencia me muestre esos colores luminosos que ha guardado para mí. Que mis alas desteñidas tomen color.
Mi hijo es el regalo que Dios me dio para sonreír y descubrir una nueva esperanza. Apenas tenía 11 años cuando fui abusada en mi propia casa. Fueron seis años horrorosos. Por eso, NO permitiría que nadie tocara a mi hijo. O lo que es peor, ver cómo estas historias de silencio y miedo se repiten y se repiten en las casas… mientras las mujeres… callan… callan por miedo. Miedo a perder al hombre que tienen al lado ¡Señoras yo he estado sola desde los 16 y aquí estoy… Sí. Ha sido bien duro! Pero aquí estoy.
Contado por: L.Y.E.
Colaboración para HCJB