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18 10, 2017

José un padre ejemplar (Galería de la Fe)

2019-09-09T00:13:13-05:0018 octubre, 17|

Visitamos los pasillos y salas de la Galería de la Fe donde nos hemos encontrado con hombres excepcionales que cumplieron cabalmente su rol de padres, pese a sus errores muy humanos. Pero hoy estamos frente al retrato de José, el padre terrenal de Jesús de Nazaret. José, originario de la casa de David, es el mejor ejemplo de la figura paterna en el hogar universal. Aunque sea poco lo que en los evangelios se narra de él, en los pasajes donde encontramos su figura siempre procura, como hombre responsable, hacer lo correcto por el bien de su familia y ser ejemplo para Jesús.

José no pierde su tiempo en averiguaciones estériles ni trata de socavar la reputación de su prometida, tampoco busca la contrariedad familiar sin causa a pesar de las circunstancias desventajosas e incomodas que le tocaran vivir. José por su lado decide aceptar la crianza de Jesús, asumir el rol de padre con todas sus obligaciones y obedecer el mandato divino donde se le comunica que sobre él caería «la paternidad humana de Jesús».

Estas cualidades de fortaleza moral y comunitaria nos hablan en bien de un José como padre ejemplar para su hijo, una figura a imitar. José se aleja del típico hombre cargado de egoísmo, poco dado a la familia y machista de hueso duro. Por el contrario sus actitudes que se pueden ver a través de sus acciones son honestas y determinadas.

José es un hombre valiente, responsable  y decidido a ser parte del plan divino de Dios «que procura proveer a Jesús de un padre terrenal» aunque no sea filial. Esto parece sencillo pero verdaderamente no lo es. Desde un punto de vista propiamente masculino tenemos la certeza que: No es fácil aceptar a una mujer embarazada y hacerse cargo de un niño que no es de su sangre.

Por último, después de sortear grandes pruebas,  vemos a un José totalmente entregado al hogar y sus labores cotidianas, entre ellas una de las principales: Educar al pequeño Jesús según las costumbres y creencias del pueblo judío conforme a lo escrito en La Ley Mosaica y lo dicho por los diferentes profetas que hablaron en las distintas etapas de la historia judía.

«El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él.

Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta».

José un padre ejemplar cuyo nombre y retrato engalana la Galería de la Fe.

21 03, 2017

Lo que los adolescentes esperan de sus padres

2017-03-21T18:10:57-05:0021 marzo, 17|

“A veces, el que llevan la contraria a los padres no es un sentimiento real, sino una estrategia para alcanzar la independencia y lograr construir su identidad personal.
El dilema es, ¿cómo acompañarlos en esta nueva etapa sin invadirlos?, ¿cómo protegerlos sin abrumarlos?, ¿Cómo respetar sus silencios sin abandonarlos?  Lo más importante es dar crédito a sus palabras y no dar la espalda”. (Revista Familia de El Comercio)

Nuestros hijos, de acuerdo con cada edad, demandan nuevas cosas según van requiriendo sus necesidades.  Tal es así que lo que demanda un niño de 5 años no será lo mismo que uno de 13 años. Los adolescentes, de acuerdo a lo que hemos analizado en cuanto a sus características y necesidades, esperan:

A. Tolerancia.- Según el diccionario se define como: Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias.
Como ellos están definiendo sus propias ideas y gustos, son muy cambiantes o volubles, mas aún así quieren ser respetados.
Los padres debemos aprender a no ser autoritarios, absolutistas, posesivos ni indiferentes. Más bien, tenemos que acompañarlos durante esta nueva etapa.

B. Flexibilidad.- Susceptible de cambios o variaciones según las circunstancias o necesidades. Horario, programa flexible.
No obstante de que en casa y fuera de casa haya un orden establecido, con las normas o esquemas de comportamiento, como padres, debemos aprender a ser flexibles sin perder credibilidad y autoridad en lo que es negociable, pero principios y valores jamás se deben negociar.

C. Consistencia.- Es necesario tener una congruencia de lo que impartimos a nuestros hijos con lo que vivimos.  Cuenta una historia que un hombre regresó a su hogar ya entrada la noche durante un invierno frío, tomó botellas de licor y salió en busca de sus amigos para seguir tomando. Después de unos minutos, sintió que alguien lo observaba.  Al voltear miró a su pequeño hijo, quien saltaba sobre las pisadas del padre en la nieve.  El hombre, lleno de ira, le gritó que regrese a casa.  El niño contestó: “Papi, estoy siguiendo tus pasos”.

Hay inconsistencia entre lo que dicen los padres, los maestros, los pastores, los líderes; hay inconsistencia entre lo que se dice y lo que se vive; hay inconsistencia en la forma de ejercer la autoridad y establecer las reglas. Hay un gran abismo que separa los valores, los principios, la ética moral con la actitud y estilo de vida que rodea a los adolescentes: Padre que establece normas que él no cumple, padre que exige valores morales que él no vive, madre que no respeta la autoridad del padre, líder que enseña con palabras pero sus hechos gritan otra cosa, líder que dice amar a un joven pero se enseñorea de él.

Los adolescentes por doquier hallan la inconsistencia: en casa, en la iglesia, en el colegio.  Tienen hasta tres versiones sobre un asunto y esto les produce frustración y desánimo.  La inconsistencia produce en ellos, como reacción, rebeldía y rechazo a la autoridad. Cabe preguntarnos: ¿cuántos de los problemas de nuestros hijos adolescentes tienen su origen en la inconsistencia?

Ante esto, hay que ofrecerles o presentarles a alguien que sí manifiesta consistencia: Dios, quien se ha revelado como un Dios consistente, en Él no hay mudanza, ni siquiera sombra de variación.  Él ofrece de esta cualidad a quien lo busca, en Él está la fuente.

Más allá de nuestras palabras, nuestros hijos aprenden de lo que vivimos.  Difícilmente un hombre logrará efecto sobre sus hijos, diciéndoles que no tomen, cuando cada semana sale a tomar, o pedirles que no fumen por los efectos a su salud, cuando nosotros mismos fumamos. Como padres tenemos una autoridad natural, pero los chicos necesitan ver nuestra autoridad moral.  Seamos responsables de nuestras palabras y promesas; ellos confían en que se cumplirá.  Aún habiendo fallado, ellos siguen confiando, ¡no los defraudes!

D. Comparaciones.- Como los adolescentes están definiendo su valía e identidad, les afecta profundamente el ser comparados, entre hermanos o con otros, lo que causa en ellos una herida.  Lo reciben como un rechazo, como si ellos nunca pudieran lograr llenar las expectativas que sus padres tienen sobre ellos, cerrando así su corazón y con riesgo a que se dé un aislamiento progresivo. Es aquí cuando más necesitan nuestra aceptación, aprobación y acompañamiento; debemos demostrar con nuestras acciones el amor que declaramos.

E. La expresión del amor.- La necesidad básica en el ser humano es la de sentirse amado, y en nuestros jóvenes no cambia, pero debemos reconocer que en la adolescencia nuestros hijos nos pasan la cuenta de la infancia y con creces.  Una buen infancia me da una buena adolescencia. Si, como padre o madre no aprendí a expresar mi amor durante la infancia, será muy difícil hacerlo durante la adolescencia, mas aún así debe lograrlo.  Un joven que no se siente amado concluirá que es un accidente, que nació por casualidad, lo que afectará directamente su autoestima y le expone a buscar fuera de casa lo que no tiene, con tendencias a ser una persona emocionalmente dependiente.
Entendamos que la forma de expresar el amor en un adulto es muy diferente a la necesidad en cómo lo percibe un joven.  Para un adulto pagar las cuentas de su hijo, darle educación es una prueba de amor; para un joven esto es obligación.  Para él, amor se traduce en tiempo es decir, «acéptame, escúchame, abrázame».

“Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal,
y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre
tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos»

Isaías 44:3,4

MDC/ag

17 03, 2017

Cosas que perjudican o benefician a nuestros hijos

2017-03-17T12:18:51-05:0017 marzo, 17|

Perjudica decir: Si lavas los platos, te doy un chocolate.

Beneficia decir: ¿Te acuerdas como lavaste los platos hace poco? Fue de mucha ayuda.

Perjudica decir: Si no comes la sopa, no vas a crecer y serás débil.

Beneficia decir: Si comes la sopa, serás fuerte e inteligente como tu papá.

Perjudica decir: ¡Vamos, muévete! ¡Cuánto tiempo tengo que esperarte!

Beneficia decir: ¡Juguemos a quién se a lista primero!

Perjudica decir: ¡Deja de llorar!

Beneficia decir: Sé cómo te sientes, también me hubiera ofendido; hablemos de eso.

Perjudica decir: ¡Ya es suficiente, solo cálmate!

Beneficia decir: Lo entiendo, pero sabes que no puedo permitírtelo.

Perjudica decir: ¡Lo haces mal, mejor yo lo hago!

Beneficia decir: Te voy a enseñar un sencillo truco para que los hagas mejor y rápido.

Perjudica decir: ¡Nos vamos ya, porque yo digo!

Beneficia decir: Sé que quieres jugar, pero ya tenemos que irnos.

Perjudica decir: ¡Mira lo que hiciste!

Beneficia decir: Sé que no era tu intención, pero ten más cuidado la próxima vez.

 

Recuerda lo que nos dice la Biblia: “No provoquemos a ira a nuestros hijos, sino eduquémoslos en la disciplina y el temor de Dios”.

MDC/ag

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