Además de aprender a usar el martillo, el serrucho, la gata hidráulica y las notas musicales, recibí de mi papá lecciones que trascienden a lo técnico y van hasta lo profundo, hasta la misma esencia de la vida.
Quiero compartir contigo tres lecciones que aprendí de mi padre, que no me las dijo, las he visto durante 30 años.
- A tener la mirada en Jesús: Cuando mi papá empezó su caminar cristiano fue muy criticado. Sus compañeros de trabajo se burlaban y cuestionaban que sería una decisión permanente. En alguna ocasión sintió que no podría avanzar más y el pastor de la iglesia le dijo «Carlitos, siempre con los ojos en Jesús». Esa lección es vital en mi vida, cada vez que pierdo el rumbo, que estoy mirando a todos lados y a ningún lugar a la vez, recuerdo esa lección y la aplico, debo volver a mirar a Jesús.
- A mirar nuevas oportunidades: Donde yo vi una selva y una pequeña comunidad cristiana, mi papá vio una escuela de capacitación para misioneros en la Amazonía ecuatoriana. Donde otros no veían una iglesia, él vio una comunidad cristiana que podría influir en todo un barro. Donde yo no veo opciones, él siempre las mira y eso me desafía cada vez que debo resolver un problema o buscar nuevas ideas.
- A amar a las personas como Dios las mira: Tantas veces mi papá salió a brindar consejo a una pareja, a jóvenes, a familias. Yo sabía las historias de algunos de ellos y pensaba que era un pérdida de tiempo, que ese borracho no conocería a Jesús. Horas más tarde, mi papá regresaba y nos contaba que Cristo llegó a un nuevo hogar. Él mira a las personas como Dios las ve. Donde yo veo un borracho, él ve un nuevo hombre; donde yo veo una mujer resentida por un divorcio, mi papá ve una mujer que Dios quiere restaurar.