“Cuando entiendas que hay otra forma de ver las cosas entenderás el significado de la palabra tolerancia”
Fue una de las frases más destacadas de un líder religioso, ganador del premio nobel de la paz. Entonces mi mente desencadenaba muchas incógnitas, quizá estoy divagando (dije) pero qué difícil es poder ponerme en los zapatos de la señora que vende fritada en la calle, el niño que vende frunas, el chofer que va a toda velocidad y que en el acelerador desquita todo el enojo que tiene y a su vez maltrata a los tripulantes del colectivo. Tal vez cada una de estas personas tienen sus propias historias, quizá ellos están viendo desde un lado diferente las cosas.
Esto lo pude palpar cuando vi discutir a dos personas. El uno le gritaba desde el carro: “Oye, fíjate en el semáforo ¿acaso quieres que te atropelle?” Mientras el peatón le gritaba frases adornadas con palabras obscenas lo siguiente: “Fíjate tú, o ¿estas ciego?, respeta la luz verde”
La pelea fue tan escandalosa que incluso las personas de los negocios aledaños salieron a informarse (chismosear). Todos estábamos expectantes al ver de qué manera acabaría esta pelea pues ambos señores hablaban como si tuvieran la razón. El señor que estaba en el carro aceleró hablando mal de la mamá del peatón. Solo pasó unos cuantos segundos para poder descubrir que el semáforo se había dañado y que permanecía la luz verde tanto para los peatones como para los conductores.
Entonces la única luz roja que se encendió allí fue la cara del señor, quien se sentía apenado en haber hecho tanto escándalo por algo que no valía la pena. Solo era cuestión de tomarse unos cuantos segundos para mirar desde el lado del “otro”. Entonces mi cabeza conectó la anterior frase que estaba pensando a otra, una que salió de la boca de un carpintero hace más de dos mil años: Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen. (Mt 5:43)
Ponernos en el lugar de alguien que jamás nos ha hecho daño es fácil, pero ponerse en los zapatos de un cliente enojado, un hermano que se te puso la chompa que tanto quieres sin tu permiso, de tu mamá que no te dejó salir a esa fiesta o tu conyugue que hizo algo que no te gustaba a espaldas tuyas. Eso es lo difícil y a eso se refería el Príncipe de paz cuando soltó esta frase, logrando romper el molde que se tenía acerca del amor. Aquel amor que ahora nos venden las películas de Hollywood: superficial, mágico, fácil y trivial.
Si el secreto para ser tolerante es tan fácil como ocupar por unos segundos el lugar del otro, entonces ¿por qué vivimos en mundo lleno de desacuerdos, guerras, conflictos y religiones? Tal vez entendimos la primera parte , pero Jesús nos reta a ir mas allá, nos hace comprender que no solo se trataba de ponernos en los zapatos de quien nos hizo daño, pues una vez ahí seguirás odiándolo de la misma manera. Entonces: ¿cómo voy más allá?
Para lograrlo, nos basta mirar a un hombre que había hecho entrega de su vida para beneficio de sus enemigos, orando para que los alcanzara el perdón. Con tan solo mirar la cruz nos debería bastar el más grande ejemplo de tolerancia y amor, pues aun siendo culpables de muerte hubo alguien que miro más allá de nuestros errores, directo a un corazón arrepentido. Descubriendo entonces que yo también al igual que Él lo hizo conmigo, amaré al prójimo como a mí mismo.