Por estos días leí sobre un hombre de 39 años de edad que había estado completamente paralizado durante cuatro años ha sido capaz de controlar voluntariamente los músculos de sus piernas y andar miles de pasos en un «exoesqueleto robótico» durante cinco días de entrenamiento, este es un logro de un equipo de la Universidad de California en Los Ángeles.
Además del dispositivo robótico, el hombre estaba ayudado por una técnica novedosa no invasiva de estimulación de la médula, que no requiere cirugía. Sus movimientos de piernas también produjeron otros beneficios para su salud, incluyendo una mejora de la función cardiovascular y del tono muscular.
El nuevo enfoque, según la información de la universidad, combina un traje biónico portátil alimentado por baterías que permite a las personas mover sus piernas de manera escalonada, con un procedimiento que los mismos investigadores habían utilizado previamente para hacer que cinco hombres que habían estado completamente paralizados pudieran mover sus piernas de forma rítmica.
Las personas que están gravemente lesionadas, pero no completamente paralizadas, tienen muchas razones para creer que van a tener la oportunidad de utilizar este tipo de intervenciones para mejorar aún más su movimiento.
La Biblia describe un episodio conmovedor, el milagro del paralítico en el estanque de Betesda. Jesús se acerca a aquel hombre y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo decide curarle.
Jesús de Nazaret había previsto el encuentro para aquel momento preciso. No porque no hubiese querido ahorrarle el sufrimiento de tantos años, sino porque quiso regalarle un don mayor: la fe y poco más tarde el perdón de sus pecados.
Todos somos como este paralitico. Todos los días constatamos nuestra pequeñez y nos sentimos frágiles, sin fuerzas. Y en realidad lo somos, pues cojeamos siempre en nuestros mismos defectos. Y este hombre baldado nos da la solución: Exponer nuestros problemas a Jesús con confianza y él va a obrar maravillas en nosotros.