Los seres humanos en general nos descontrolamos con muchísima facilidad y todo ese entramado de emociones nos aleja de nuestra verdadera esencia. Entre las emociones que experimentamos y de las cuales no dejamos llevar, podemos distinguir al menos dos grupos: las positivas y las negativas.
El miedo-ansiedad, la ira, la tristeza-depresión y el asco son reacciones emocionales básicas que se caracterizan por una experiencia afectiva desagradable o negativa y una alta activación fisiológica. Las tres primeras son las emociones más estudiadas en relación con el proceso salud-enfermedad.
Pero no necesariamente estas emociones deben terminar provocando algún desajuste de salud en nuestras vidas. Estas reacciones tienen una función preparatoria para que podamos dar una respuesta adecuada a las demandas del ambiente, a las situaciones difíciles, momentos desagradables, por lo que las respuestas son eminentemente adaptativas, se pueden controlar. Sin embargo, en ocasiones encontramos que algunas de ellas pueden transformarse en patológicas en algunos individuos, en ciertas situaciones, debido a un desajuste en la frecuencia, intensidad, adecuación al contexto, etc.
El saber que emociones como el miedo-ansiedad, la ira, la tristeza-depresión y otras negativas, son controlables y no que ellas siempre estarán en control nuestro es un alivio y una esperanza. Y digo esperanza porque según datos estadísticos estamos viviendo la era de la Ira; no hay ser humano que no la haya experimentado y no se haya dejado dominar por ella. Esto me hace mirarme y reconocer que una de las emociones con las que batallo a diario es la ira, que en ciertos momentos de sobre carga (oficina, casa, hijos, esposo, estudios, etc.) me domina completamente; y aunque reaccione inmediatamente con conciencia de culpa, equivocación y arrepentimiento, ya lastimé a alguien que quiero.
Pero podemos controlar cualquier emoción que experimentemos. “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, sino de poder, de amor y de dominio propio”. 2 Timoteo 1:7 NVI. He podido experimentar el control del Espíritu Santo en mí, frente a las emociones que se me descontrolan con facilidad. Por ejemplo, yo siento como va subiendo la ira con una situación injusta, frente a la desobediencia o desorden de mis hijas; entonces, yo anticipo que estoy a punto de explotar, hago conciencia de no querer hacerlo y me enfoco en llenarme de paz, para solucionar la situación. No es fácil, pero se puede.
Hay emociones descontroladas con las cuales todos los seres humanos batallamos a diario. Lo que señalan los expertos es identificar la emoción, buscar el origen de esta y establecer estrategias que ayuden a no dejarse dominar por lo que sentimos. A estas recomendaciones añadiría, el presentarnos a nuestro Creador, tener encuentros íntimos con Él que nos lleven a recargarnos de su amor, paz y gozo; y poner nuestra carga, nuestra batalla en sus manos. “Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar. Más bien, cuando llegue la tentación, él les dará también una salida a fin de que puedan resistir”. 1 Corintios 10:13 NVI