Mamás que tratan a sus hijos jóvenes como niños, personas que quieren ayudar a otros y ser indispensables, sentirse útiles ¿te suena conocido? Ayudar sin límites hace daño.
Ayudar a otros es algo que Jesús nos pidió, que nace del amor, la compasión, pero hay una diferencia entre ayudar y creer que somos indispensables. Pensamos que la gente sin nosotros, no lo logrará.
En Ecuador hay un par de frases que he escuchado desde niño.
- Tienes que ayudarle, pobrecito, él no puede.
- Es que es mi hijo, aunque ya se independizó, es mi bebé y debe seguir viniendo todos los días a la casita porque él no puede cocinar.
- ¡Cómo me vas a decir que le deje a mi hija hacerse responsable de sus decisiones! No ves que no puede, es mujercita.
- La iglesia podría seguir sin mi, pero es que Dios me puso aquí y YO tengo que estar, porque YO tengo la visión y YO se cómo se hacen las cosas.
Hay consecuencias de generar dependencia en otros:
- Los convertimos en discapacitados emocionales: Formamos personas que no toman decisiones propias, porque siempre papi, mami o el líder se hará cargo de sus errores y aciertos.
- Demostramos nuestra falta de confianza en Dios: Al manejar la vida de otros, sus actitudes y elecciones, demostramos que no confiamos en Dios y que confiamos más en nuestro criterio. Quitamos a Dios del lugar que le pertenece y nos colocamos ahí.
- Impedimos su crecimiento: Las dificultades nos ayudan a crecer. Así como tu fe fue probada y creciste en confianza en Dios, en madurez, debes permitir a otros hacerlo.
Si buscas siempre ayuda, y no te haces cargo de tus decisiones, o si esperas que otros dependan de ti, pídele a Dios guía y paciencia para soltar, para dejar de retener a otros y confiar en que, así como Dios trabaja en ti, puede hacerlo en otros, con o sin ti.
Escrito por Jimmy Sarango
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