“No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no desmayamos.” – Gálatas 6:9
Mami, para ti fue un día más: me levantaste, cocinaste, jugamos, me diste un baño y me acostaste. Nada extraordinario. Pero para mí… para mí fue el mejor día de mi vida.
Cuando me despertaste, sentí que volaba como un cohete. Comimos panqueques mágicos con frutas de colores. Dijiste que me convertirían en superhéroe, ¡y funcionó! Tuve fuerza para construir una torre de legos gigante.
Me enseñaste que los peces nadan con su cola. Aprendí tanto que soñé que era un tiburón. Y antes de dormir, me contaste la historia más hermosa, la de Jesús y su amor por mí. Oraste conmigo y me dijiste que Jehová me hace vivir confiado, por eso no debía tener miedo.
Gracias, mamá. Para mi hoy fue el mejor día de mi vida.
Mamá, aunque sientas que tus días son repetitivos o invisibles, estás sembrando eternidad. Con cada gesto, cada enseñanza, cada historia y cada abrazo, estás construyendo en tu hijo una fe viva.
No bajes los brazos. Un día, vas a cosechar todo lo que estás sembrando en amor.