¿Has visto esos videos que se hicieron tendencia en redes?
Un influencer se acercaba a una persona en la gasolinera y le decía: “Voy a pagarte la gasolina.”
Esa persona, sorprendida y agradecida, decidía pagarle la gasolina al auto que venía detrás… y luego ese, al siguiente.
En minutos, una simple acción se convertía en una cadena de generosidad.
Y es que cuando vemos a alguien dar desinteresadamente, algo en nuestro corazón se mueve. No es solo admiración, es un anhelo: “Yo también quiero tener lo que esa persona tiene.” La alegría en el rostro del que da, despierta en otros el deseo de tener lo mismo.
En la Biblia, Pablo contó cómo la generosidad de una iglesia encendió la fe de otras.
Así funciona el Reino de Dios, el dar no se queda quieto, se multiplica en manos, en corazones, en historias. Cada vez que damos, no solo ayudamos a alguien, inspiramos a muchos más.
Porque la generosidad es contagiosa, basta una chispa para encender todo un fuego de amor.


