Así es, antes de avanzar, suelta lo que estorba.
Cuando terminamos una etapa revisamos el avance de nuestras metas: gimnasio, ahorro, encontrar pareja, comprar un auto, graduarnos, sin embargo, casi nunca pensamos en lo que necesitamos soltar, en aquello que nos estorba y no nos permite caminar con prontitud o con tranquilidad.
A veces, tenemos intención y deseo de crecer, de seguir, pero el peso sobre nuestras espaldas nos impide avanzar.
No tiene que ver con incapacidad para avanzar, sino con terquedad para retener lo que nos hace daño.
Quizá es un error del pasado que no logras perdonar, la desilusión, la frustración, los te lo dije de aquellos que ni siquiera sabían lo que te pasaba, o una relación sentimental que terminó pero sus recuerdos te atormentan.
En otras ocasiones es quedarte en un lugar que es tóxico para ti, donde no estás creciendo, donde no te apoyan, donde no te ayudan. El miedo te paraliza y en lugar de confiar en Dios para seguir caminando, prefieres quedarte en tu espacio seguro, sin arriesgar, sin descansar en Dios.
Lo que llevas en los hombros puede pesar mucho, por eso, Jesús quiere hacer un trueque contigo: tú le das lo que cargas y no te deja avanzar, y él pone sobre tus hombros algo que sí puedas llevar, más ligero.
Hace un tiempo escribí Puedes descansar en él, un recordatorio a encontrar reposo y descanso en Dios, y hoy, en esta reflexión quiero recordarte que también debes hacer tu parte día a día.
Piensa en una persona, una actitud o un recuerdo que te impide avanzar, que te estorba en el camino, y díselo a Dios. Pídele que te ayude a soltar, que te indique qué debes hacer para ser libre.
Desprenderse puede ser complicado, pero si confías en Dios, puedes arriesgarte a soltar.
Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar. Lleven mi yugo sobre ustedes, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma; porque mi yugo es fácil, y mi carga es liviana.
Mateo 11:28-30