A diario encontramos titulares como estos: «Fue dad@ muerte mientras caminaba a su casa, se presume que fue por resistirse al atraco». » Rumbo a su trabajo fue perpetuado el asesinato de un joven en circunstancias inciertas», etc. Estos enunciados nos asustan llevándonos quizás a escandalizarnos, pero la realidad es que siempre estamos presenciando asesinatos y no lo notamos.

Asesinos de relaciones como el orgullo, los celos , la envidia, el egoismo y la falta de comunicación hacen de las suyas delante nuestro sin que les demos la importancia que ameritan. Es por eso que les dedicamos una serie. En este artículo estaremos hablando específicamente del orgullo.

Este asesino silencioso se cuela en nuestro sistema y en el momento menos esperado actúa volviendo a padres contra hijos, esposo contra esposa, hermano contra hermano, amigo contra amigo, etc. Relaciones imporantes mueren frente a nosotros por falta de humildad cuando de pedir disculpas se trata.

Amamos a las personas mientras estas sean amables, concuerden con nuestra manera de pensar o nos den siempre la razón, si diferimos en criterios ya no son tan apreciadas. Si llegamos a peleamos por algo y estamos completamente seguros que nuestra posición es la correcta entonces no cedemos y es así como ejecutamos una relación por orgullo.

Algunos pasamos días, meses y hasta años sosteniendo una relación incómoda, aplicando la ley del hielo o evitanto todo tipo de contacto con otra persona, si eso no es asesinar entonces ¿qué es?. Yo me pregunto ¿acaso no resulta mejor perder una pequeña discusión para conservar la vida de algo más grande que se ha cultivado cultivado durante años?.

El orgullo distorcionado, en ocasiones es más grande que el cariño que decimos tener por otras personas, porque si no estamos dispuestos a disculparnos entonces no queremos tanto como pensamos. Porque quien quiere de verdad permanece y no desaparece por discusiones insignificantes.

Si estás enojado con alguien y no sabes qué hacer a continuación unas preguntas que te pueden ayudar a reflexionar sobre la situación y evitar que una relación muera:

1) ¿La discusión realmente amerita que tome la posición que tengo o estoy sobredimensionando las cosas?

2) ¿Mi punto de vista es más importante que la relación que he cultivado con esa persona?

3) ¿Puedo pasar un día más sin resolver esta situación?

4) ¿Estoy agradando a Dios con la actitud que estoy tomando?

No dejemos pasar mucho tiempo antes de resolver los conflictos, para que no se enfríe nuestro corazón y concluyamos que la relación no vale la pena y permitamos que se marchite, si invertiste tiempo y energía cultivándola, claro que vale y mucho. Busquemos el diálogo con corazón humilde dispuesto a escuchar observaciones y hacerlas, pedir perdón y perdonar.