“Con amor eterno te he amado; por eso te sigo mostrando mi fiel amor.” – Jeremías 31:3

Hija mía, antes de que fueras madre, ya eras mía. Te amé antes de tus logros, antes de que alguien te llamara “mamá”, antes de que tu vientre diera vida. No te elegí por tu capacidad de criar hijos, sino porque te amé primero.

Desde que te convertiste en mamá, es normal que parezca que todo gira en torno a tus hijos. Pero necesitas recordar que tu identidad no es ser mamá. Tu identidad es ser hija. Hija mía.

Cuando esa verdad no está clara, tu maternidad se vuelve una carga. Pero si cada día recuerdas quién eres en Mí, te daré lo que necesitas. Así como tu hijo confía en ti sin cuestionar, quiero que tú confíes en Mí.

Yo te sostendré, te guiaré y te equiparé. No necesitas hacerlo todo, solo necesitas volver a tu verdadera identidad.

Hoy, no olvides esta verdad: “Dios me adoptó como hija. Esa es mi identidad.” Vuelve a ella cuando sientas que no das la talla. El amor que Dios tiene no cambia con tu desempeño. Antes de ser madre, ya eras y siempre serás hija de Dios.