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“Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” – 2 Corintios 12:9
Hija, todo lo que sientes hoy, yo también lo sentí. Sentir culpa después de gritar. Pensar que no estás haciendo suficiente. Agotarte con un bebé que se despierta cada dos horas y no saber qué le pasa. Sentir vergüenza cuando tu hijo hace un berrinche en público y todos te miran.
También conozco el dolor de cuando tu hija deja de confiar en ti, y otras voces parecen tener más peso que la tuya. Y ni hablar de la herida profunda que deja verlos partir de casa para conquistar el mundo, cuando hace apenas un suspiro eran un bebé en tus brazos.
Lo viví todo. Y aprendí que la debilidad no es un obstáculo, sino el lugar perfecto para encontrar la fuerza de Dios.
No estás sola. Dios te dio este rol, pero también te dio comunidad. Madres, amigas, suegras, abuelas… para que lleven contigo las cargas. Él se encarga de sostenerte y equiparte cuando te sientas débil.
Mamá, pide ayuda si no das más. Corre a Dios. Llora si es necesario. Pero recuerda esta verdad: Su gracia te basta.
En tu fragilidad, Él se glorifica. En tu cansancio, Él se vuelve tu descanso.