“Den gracias a Dios en toda situación.” – 1 Tesalonicenses 5:18

Recuerdo cuando era mamá y me quejaba por lavar montañas de ropa a mano. No tenía lavadora, ni licuadora, ni cocina moderna. Barría alfombras sin aspiradora, y caminaba largos trayectos para recoger a tus tíos de la escuela.

Era duro. Y sí, era muy tentador quejarse.

Hoy tú tienes muchas cosas que yo no tuve. Electrodomésticos, coche, supermercados cerca, pañales desechables. Pero aun así, sé que la queja sigue apareciendo. Porque la gratitud no nace de lo que se tiene, sino del corazón.

Y la verdad es que cuando el corazón no está lleno de Cristo, se llena de quejas.

El problema no es lo que falta, sino olvidar lo que ya tienes.

Jesús es lo que tienes, es el regalo más grande. Tenerlo a Él debería hacerte despertar cada día con gratitud, aun en medio del cansancio.

Querida nieta, la gratitud no siempre es natural. A veces es una decisión. Pero cuando la eliges, tu alma encuentra descanso.

Mamá, míralo todo con ojos de asombro. Tus hijos, tu casa, tu alimento, tu vida… nada de eso mereces. Y aun así, Dios te lo dio por amor.

No vivas como quien tiene poco. Vive agradecida como quien tiene a Cristo, y con eso, lo tiene todo.