“Y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios”
(Efesios 5:2)
Estamos en el mes del amor, para algunos es un tiempo para volar en las nubes y para otros simplemente un día más. Sin embargo, el eje central de esta fecha es celebrar el amor, pero ¿a qué le llamamos amor?
Nos han vendido un amor ficticio, sin compromiso, mágico y perfecto. Cuando realmente no es así, el amor va más allá que casarse o haber encontrado la persona perfecta; está lleno de realidades, imperfecciones y fallas; pero sobre todo es un camino en el que cada uno aprende y enseña.
Varias veces he escuchado que la mayor muestra de amor fue la muerte de cruz de Jesús y sí, pero fue el fin de un gran acto de amor. Nos olvidamos que Jesús construyó y enseñó a la gente durante 33 años, no solo llego a morir sino a enseñar de que se trata el amor, qué es la religión y quién es Dios a través de su ejemplo.
Anhelamos un amor instantáneo, que llegue nos deslumbre y se quede para siempre, pero nos olvidamos que Jesús tuvo que enseñarles a sus discípulos a caminar y a muchos de ellos les costaba amar y pensar como él, pero juntos fueron aprendiendo.
Aprender no implica que alguien es mejor que otro, es que cada uno es diferente; más débil o más fuerte en algo y que en eso podemos hallar conocimiento. A pesar de que Jesús lo sabía todo, su humildad permitió que otros aprendieran de él. Y no solo mirarlo como el maestro sino como alguien con quien disfrutaban estar.
Hoy te invito a que puedas reconocer tus fortalezas y debilidades y que las aceptes. Mira a quien te acompaña, reconócelas y acéptalas; no de una manera pretenciosa, sino muy objetiva y valora a quien está a tu lado. Te aseguro que muchas de las cosas que vas a encontrar pueden impulsar la relación.
La mayor muestra de amor, no solo fue la cruz, sino una vida de sacrificio y un camino largo por recorrer.
ESCRITO POR: Jaela Espinel