En la publicación anterior les expuse sobre el hecho de que emprender un negocio implica un proceso que busca dar los pasos necesarios para transformar la idea en una empresa. Asimismo, desarrollar una empresa en torno a una idea de negocio es un proceso complejo y apasionante, el cual requiere de cimientos sólidos de inicio, y los mismos se empiezan a colocar en la fase de incubación, la cual tiene por objetivo validar las hipótesis del modelo de negocio del emprendimiento.
Luego, la fase siguiente a la incubación del emprendimiento se denomina como la aceleración del mismo. En esta fase se parte del hecho de que existe un modelo de negocio, cuyas hipótesis fundamentales han sido validadas a través de “experimentos” en el mercado (para una referencia sobre cómo validar dichas hipótesis te recomiendo el post titulado “Estrategias para implementar tu propio negocio (Parte 2)”), siendo ahora viable el implementar formalmente el negocio, pues existe ya un menor riesgo a fallar producto del desconocimiento del mercado, dado que ya se ha validado el mismo en la fase de incubación.
Entonces, la fase de aceleración tiene por objetivo formalizar el modelo de negocio del emprendimiento en el mercado y es recién aquí donde dicho emprendimiento está apto para recibir capital de riesgo proveniente de posibles inversionistas particulares o institucionales o, también, el emprendedor se encuentra más preparado para presentar un concepto de negocio a una institución financiera y solicitar un crédito para su desarrollo formal.
Durante la fase aceleración es el momento idóneo en el que el emprendedor – sustentado en capital propio y/o proveniente de inversionistas y/o de un crédito con una institución financiera – comenzará a adquirir recursos clave para su negocio, por ejemplo: materia prima en cantidad para producir; arriendo o compra de infraestructura física para operar, de maquinaria de producción, de mobiliario para montar un local de ventas; contratación de personal; acciones de marketing y publicidad formales, focalizadas al mercado objetivo; registros y permisos de operación; empaques diseñados a la medida, con la marca y presentación del producto a ser vendido; etcétera.
En esta fase, también, resultará muy útil al emprendedor desarrollar alianzas estratégicas que le permitan acelerar su negocio de forma más eficaz y eficiente. Para profundizar sobre este tema de las alianzas estratégicas, te animo a leer las publicaciones anteriores tituladas como: “La importancia de las alianzas estratégicas” y “Los beneficios de las alianzas estratégicas”.
Como lo que estamos tratando – desde la publicación anterior y ahora aquí – se trata del “proceso” de desarrollo de una empresa, se deben seguir las fases consecutivas del mismo, comenzando por la incubación y continuando con la aceleración. Pues bien, es común ver emprendedores que intentan acelerarse desde el “día 1” de su iniciativa de negocios, encontrándose así con numerosos problemas y, más que fallas, verdaderos y rotundos fracasos. Probablemente los productos y/o servicios que estos emprendedores desearon implementar hubiesen sido muy apreciados en el mercado, pero no respetaron el tiempo que los proyectos de negocio necesitan para madurar. Recuerda que “Todo tiene su momento oportuno; hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: … un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar; … un tiempo para destruir, y un tiempo para construir; … un tiempo para intentar, y un tiempo para desistir… ” (Eclesiastés 3). Recuerda siempre este sabio consejo en la Palabra de Dios.
Gracias por tu seguimiento y, si lo deseas, puedes descargar los audios de las entrevistas en la página de la radio, en la sección HCJB En Casa (aquí el link).
Fernando Sánchez G.
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