Todo tiene su tiempo… tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado
Eclesiastés 3:1-2
¿En qué etapa de tu vida estás?
¿Estás plantando?
La etapa de plantar es emocionante y llena de experiencias nuevas.Sea en tu trabajo, tu pasatiempos, tu amistad o incluso en tu relación con Dios.
Cuando una semilla es plantada atraviesa una etapa crítica de su vida y sufre muchos cambios. Debe consumirse a sí misma para producir las partes de la planta que será: tronco, hojas, raíces. Debe crecer lo suficiente para tener buenas raíces y salir de la tierra para recibir el sol.
Por esto las mejores plantas son las que tienen alguien que las ayude. Personas que han cruzado por la misma etapa y que nos pueden ayudar a no cometer los mismos errores. Personas que se aseguren que nuestra raíz esté profunda y nuestro tronco recto.
Es necesario depender de Aquel prometió cuidar de nosotros. Quizás en éste momento no vemos Su ayuda porque tenemos la cabeza bajo tierra, pero aún así, Él está como un tierno jardinero dándonos todo lo que necesitamos para seguir creciendo.
Debemos depender de aquel que nos sembró y dar todo de nosotros mismos para crecer como es debido.
¿Estás creciendo?
La siguiente etapa es la más cómoda y llena de deleites. El crecimiento se da cuando ya estamos establecidos plenamente como una planta (ya no semilla), pero podemos ser mucho más . Disfrutamos de los beneficios de ser una nueva creación y llegará un día en el que estamos listos para dar fruto.
¡Qué hermoso día! Vemos cómo nuestro conocimiento florece y se reparte para reproducir en otros lo que ya logramos y ayudamos a dar sombra y cuidar de los que atraviesan esa transición difícil que ya atravesamos. Pueden haber dificultades y situaciones que no esperamos, pero como El Jardinero nos ayudó a tener raíces profundas y ramas frondosas las podemos enfrentar con Su ayuda.
Si estás en crecimiento, disfrútalo, ayuda a los demás a crecer y agradece a los que te han ayudado. Pero lo que marca ésta etapa es el crecimiento y el fruto. Si no estás creciendo ni dando fruto es tiempo de llegar a la última etapa.
¿Es tiempo de arrancar lo plantado?
Cuando algo que hemos plantado ya no crece y no da fruto, no sirve de mucho y debemos arrancarlo para empezar de nuevo. Lo más dificil de aceptar es cuando nosotros mismos somos los que dejamos de crecer y dar fruto.
Estoy pidiendo que seas muy honesto contigo misma/o: ¿Estás creciendo? ¿Estás dándo fruto?
En ocasiones vamos a darnos cuenta que la respuesta es «no». Nos sentimos atrapados en un trabajo sin posibilidad de crecer; estamos en una amistad que no nos ayuda a crecer; nos sentimos aburridos con el pasatiempos que nos emocionaba antes; o más importante aún, mi relación con Dios está estancada, no veo crecimiento ni fruto nuevo. Es tiempo de arrancar lo plantado y volver a plantar para crecer.
En un hobby, puede que simplemente pruebes uno diferente que te emocione nuevamente. En el área laboral puede significar un nuevo emprendimiento que te desafíe a crecer. En una relación puede significar morir a tu ego, ser vulnerable y buscar ayuda. Lo cierto en cualquier situación es que debemos morir a nosotros mismos y estar dispuestos a aprender y ver todo de manera nueva. En la vida espiritual significa reconocer que quizás no crecimos de manera correcta y pedirle a Dios que nos ayude a crecer nuevamente y dar fruto.
No es un proceso fácil y va lleno de dolores y dificultades, pero si nuestra confianza está en Dios y permitimos que sea Él quien nos guíe (en vez de hacerlo por nuestro propio esfuerzo) sabemos que nos sostendrá durante la dificultad y el resultado final será mejor de lo que esperamos.
Pregúntate nuevamente: ¿En qué etapa estás?
En cualquier etapa es necesario depender de Dios, pero lo más difícil de reconocer es cuando debemos morir para volver a crecer de mejor manera. Como dice un viejo dicho Zen: «No puedes llenar una copa que ya está llena. Debes vaciar tu copa»
Sea que tu copa esté llena o completamente vacía, es momento de dejar que Dios la llene por ti.