¿Cuántas veces las circunstancias a nuestro alrededor nos han dejado confundidos, enojados, decepcionados? Innumerables sucesos pueden llenar nuestro corazón de ansiedad o de frustración en este mundo caído.
En esos momentos, resulta difícil ordenar nuestros pensamientos y encontrar sentido a lo que sucede. En la turbulencia de esta vida cuando sentimos que el piso se nos mueve, es alentador recurrir a la Palabra de Dios, pues es ella la única ancla segura para nuestra alma en medio de cualquier tormenta. Sus verdades son ciertas en todas las situaciones. Tomemos en cuenta las siguientes:
Dios es bueno y nos ama. Sin importar cuan confusas o dolorosas sean las circunstancias, podemos mirar a la cruz de Cristo en donde se hizo efectiva la más grande muestra de amor por la humanidad. Sí Dios es bueno. En 2 Crónicas 7:3 dice: Ciertamente Él es bueno; ciertamente su misericordia es para siempre”.
Dios usa todo para nuestro bien. Dios no está tramando hacernos daño. Su objetivo es que seamos como Su hijo. Todo lo que el Señor trae a nuestras vidas, tiene el fin de cumplir ese propósito. John Piper dijo: “ésta es una cadena que no se puede romper: el propósito para el cual Dios nos llamó es para “tener un pueblo que sea moral y espiritualmente como Jesús, y que lo exalte a Él como supremo”. “Todas las sendas del Señor son misericordia y verdad para aquellos que guardan su pacto y sus testimonios”. (Salmos 25:10)
Dios es soberano. Nosotros no. Su Palabra dice que sus planes son buenos, agradables y perfectos.
Ese Dios que es bueno, que nos ama y que está formando a Cristo en nosotros, es quien controla y dispone todo lo que sucede, desde las cosas más grandes, hasta lo aparentemente insignificante. Él es la causa detrás de todo y aunque más de una vez quisiéramos tener el timón de nuestras vidas, debemos respirar aliviados de que no sea así.
La próxima vez que nos invadan sentimientos de disgusto, frustración y confusión, permitamos que la Palabra nos hable y que ajuste nuestra visión para ver la verdad de Dios. Que ella sea nuestro deleite, fuente de esperanza y nuestra consejera.
Tus leyes me agradan; me dan sabios consejos. Salmos 119:24 (NTV).