Un lugar prominente está seguro aquí en la Galería de la Fe para una mujer llamada Jocabed, la madre del gran líder del pueblo de Dios, Moisés. Es de ponderar el ingenio que exhibió cuando de salvar la vida de su bebé se trataba. Fue por el valor y la confianza que ella mostró al hacer algo así, de tanta repercusión.
Recordemos que en los tiempos del Faraón, los hebreos se habían multiplicado tanto que hicieron que el monarca temiera que ellos llegaran a sobrepasar en número a los egipcios y se apoderaran de la nación. Así que ordenó que todos los niños hebreos recién nacidos fueran arrojados al Nilo ¡qué edicto tan cruel¡
Jocabed estaba embarazada de su tercer hijo, pues ya tenía a Miriam de 10 años y Aarón quien probablemente tenía tres. Consciente del edicto asesino del Faraón, Jocabed seguramente se sentía angustiada ante la inminente llegada de un varón a quien arrancarían de su regazo para arrojarlo al Nilo, qué sufrimiento maternal estaría experimentando en su corazón.
Pero el horror de aquel rio Nilo lleno de cocodrilos transforma a Jocabed en una madre creativa, en una heroína, en la protectora de un niño que más tarde se convertiría en una de las figuras más grandes del mundo. Desde el mismo instante que Jocabed tuvo a su bebé en sus brazos, ella decidió luchar por su vida. Jocabed sintió que Dios lo había enviado y que él junto con su fe y amor entremezclados, preservaría al niño de alguna manera.
Es un misterio cómo Jocabed se las arregló para esconder a su bebé que sin lugar a dudas lloraba tan vigorosamente como los demás, en algún lugar secreto donde no fuera visto. Cuando ya ella no pudo seguir escondiéndolo, Dios mediante la intensidad de la fe de ella hizo que tuviera una visión de lo que él tenía preparado para Moisés. Ella hizo una cesta de papiro, pues creía que serviría de protección contra los cocodrilos y puso esta cesta en la ribera del rio y le pidió a Miriam, su hija para que vigilara la pequeña embarcación.
Y el resto de la historia es contada por el mismo Moisés, quien en sus últimos años y por inspiración divina, escribió los cinco primeros libros de la Biblia.
Inspirado en el libro de Todas las Mujeres de la Biblia de Herbert Lockyer