Es grato recorrer los amplios pasillos de la Galería de la Fe y encontrarnos con los retratos de figuras transformadas por el amor de Dios. Aquí vemos un óleo de un joven llamado Juan. En sus primeros días Juan siguiendo a Jesús, se distinguió por su temperamento irascible, duro y egoísta. Recordemos que el Maestro a Juan y a Jacobo su hermano, los llamó: “hijos del trueno”.
En varias ocasiones la Biblia registra que Jesús les llamó la atención por su rudeza en la manera de tratar a los demás. Sin embargo, Jesús no los rechaza ni desecha, sino que con misericordia sigue trabajando en ellos (como el alfarero trabaja y da forma al barro), pues todo lo que él hace lo hace con amor y propósito…
Juan fue el discípulo más cercano al Maestro, esto es intimidad, comunión personal (fue llamado “el discípulo amado” por Jesús). Él supo ganarse la confianza del Maestro, de manera que aún se recostaba en su pecho, y le hacía preguntas que los demás discípulos no eran capaces de hacerle.
Es usado por Dios para redactar cinco escritos del Nuevo Testamento, esto nos habla de su amor por las Escrituras y su crecimiento en la sensibilidad a la voz y dirección del Espíritu Santo.
Juan el discípulo con un carácter duro, se convierte en el apóstol del amor, esto lo vemos cuando escribe a la Iglesia del Señor: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”
El Juan dominante, agresivo y orgulloso de los evangelios, no es el Juan de las epístolas y del Apocalipsis, pues vemos a un hombre comprensivo, y amoroso. Después de un proceso transformador, el “hijo del trueno” es ahora el apóstol del amor. Algunos enseñan que su ministerio finalizó en Éfeso, y que probablemente estuvo al cuidado de las siete iglesias de Asia. Hoy la figura del amoroso Juan engalana la Galería de la Fe.