¿Recuerda la historia de David y Goliat y de cómo el jovencito David superó probabilidades insuperables para derrotar al experimentado guerrero Goliat?

Las victorias de los más débiles fomentan la esperanza. Si David pudo hacerlo, yo también. Nuestra cultura se ha aprovechado de esto y ha creado toda una industria basada en la actitud de “si puedes soñarlo, puedes hacerlo” o «Puedes hacer cualquier cosa que te propongas». Qué idea tan positiva y motivadora. ¡Y a veces funciona! A veces es verdad.

Sin embargo, a menudo olvidamos que la historia de David y Goliat no es excepcional debido al resultado. Es excepcional por la gracia de Dios. No me malinterprete: la victoria sobre el gigante es un detalle impresionante en el currículum de David, pero el éxito de David no fue producto de una mentalidad o actitud de «yo puedo hacer esto». Fue porque David reconoció su dependencia en Dios. Fue porque Dios es misericordioso.

Si Dios es Dios (y lo es), entonces no solo los logros en la vida, especialmente los del tipo David contra Goliat, provienen de Su mano, sino también las limitaciones que parecen obstaculizar nuestros sueños.

Las Escrituras están llenas de historias de personas piadosas a las que se les impusieron limitaciones, todo para los propósitos y la gloria de Dios. Considere al hombre ciego de nacimiento. Sus compañeros asumieron que se debía al pecado. Jesús dijo que era para que la gloria de Dios fuera revelada (Juan 9). Haríamos bien en escuchar el consejo de Salomón:

Disfruta de la prosperidad mientras puedas, pero cuando lleguen los tiempos difíciles, reconoce que ambas cosas provienen de Dios. Recuerda que nada es seguro en esta vida (Eclesiastés 7: 14-15 NTV)

Los eventos en nuestras vidas no dependen de nuestra capacidad para soñar, actuar o prepararnos. Dependemos de la gracia de Dios. A diferencia de las expectativas de la cultura que nos rodea, Él no mide el «éxito» por los resultados del logro, la victoria y los aumentos cuantitativos. Él mira nuestros corazones y valora la transformación en carácter, humildad, gratitud y alegría. Dios no necesita más «victorias» como validación del éxito. Solo desea fidelidad, dependencia y lealtad.

Ésta es la esencia de la vida en el Reino de Dios. Como portadores de su imagen, nuestra mayor responsabilidad es representar al Rey en Su Reino y administrar los recursos del Creador en Su creación. En otras palabras, ser fiel. Los resultados no dependen de nuestros esfuerzos o sueños, son reflejos de sus propósitos y de Su gracia.